viernes, 31 de enero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 24

Ella intentó esbozar una sonrisa.

—Creo que te he visto en el Gulch un par de veces.

—Ah, sí, es verdad. Tú eres la nueva camarera, la nieta de Alfredo Chaves, ¿No? Me alegro de conocerte.

—¿Cómo estás, Cande? —preguntó Pedro.

—Genial —respondió ella, señalando su abdomen, del tamaño de una pelota de fútbol. Pedro sabía que esperaba un hijo para el mes de marzo—. Empezando a tener problemas para levantarme. Un par de semanas más y no podré montar a caballo. Augusto ya está empezando a decir que no puedo seguir trabajando en el rancho.

—Estás preciosa —dijo Pedro.

Y era la verdad. Easton siempre le había parecido muy guapa, pero no podía negar que desde que se casó con Augusto del Norte estaba radiante. Había temido que Augusto le rompiese el corazón marchándose otra vez del pueblo, pero afortunadamente había decidido sentar la cabeza. Le gustaba su familia, vivir en un pueblo pequeño y criar caballos en su rancho. Incluso lo había ayudado a él unos meses antes en un caso de tráfico de drogas con vínculos en Sudamérica, la especialidad de Cisco después de haber trabajado como agente encubierto. Unos años antes, Trace había querido mucho más que una amistad con Candela. Habían salido juntos varias veces y estaba seguro de que empezaban a formalizar su relación cuando Augusto volvió a Pine Gulch. Y al ver cuánto lo amaba Candela, Pedro había decidido apartarse. ¿Qué otra cosa podía hacer? Al ver que eran tan felices no lo lamentaba, pero de vez cuando sentía una punzada de pena por lo que podría haber sido.

—Bueno, yo tengo que seguir comprando —dijo Paula—. Nos vemos más tarde.

—Siento haber interrumpido vuestra conversación —se disculpó Candela—. Encantada de conocerte.

Paula se despidió con una sonrisa y Pedro la observó mientras se alejaba. Cuando se volvió, encontró a Candela estudiándolo con curiosidad.

—Parece muy agradable.

—¿Cómo lo sabes? Apenas has intercambiado un par de palabras con ella.

Easton se encogió de hombros.

—Tengo buen ojo para estas cosas. He oído que tiene una hija. ¿Está casada?

—Cande… —empezó a decir Pedro, pero ella puso cara de inocencia.

—¿Qué? Solo era una pregunta.

—Que yo sepa no está casada.

—Ah, qué bien. Entonces, le diré a Leticia que la invite a la fiesta en el rancho McRaven, así podré charlar un rato con ella.

—No tienes que conquistar a una mujer por mí, Cande. Puedo hacerlo solo.

—¿De verdad? —se burló ella—. Sabes que te quiero mucho y solo deseo lo mejor para tí. Mereces ser feliz, Pedro.

Pero Pedro no sabía si una mujer como Paula Chaves, que evidentemente no confiaba en él, era el camino a la felicidad.

—Soy feliz —le dijo—. Tengo una vida estupenda llena de gente interesante y ladrones más interesantes aún —Pedro le quitó a Bella un paquete de chicles que había tomado de la estantería.

—¡Bella! —exclamó su madre.

—Me guzta el chicle.

Pedro soltó una carcajada.

—Seguro que sí, cariño. Pero debes tener cuidado o Rafael Ashton te meterá en la cárcel.

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