miércoles, 22 de enero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 10

—Mi sobrina es una buena chica que siempre se preocupa por sus amigas.

Parecía incómodo. Incluso le pareció detectar cierto color en sus mejillas y tuvo que aclararse la garganta antes de hablar de nuevo:

—En fin, según Abril, Gabriela no iba a tener un árbol de Navidad este año…

Paula miró a Gabi, que le devolvió la mirada con una expresión totalmente inocente. E igualmente falsa. Habían hablado de poner un árbol y ella le había prometido hacerlo la semana siguiente, cuando le pagasen en el Gulch.

—Había pensado comprar uno, pero entre la mudanza y el nuevo colegio no hemos tenido mucho tiempo. Además, aún no estamos en diciembre.

—Intenté convencer a Abril de que era demasiado pronto, pero hemos subido a la montaña a cortar un árbol para nosotros y hemos aprovechado la oportunidad para cortar otro. Una cosa menos de la que tendrás que preocuparte, ¿No? —por fin, Pedro le mostró un abeto recién cortado, verde y fragante, que había escondido a un lado del porche—. No lo encontrarás más fresco que este. Acabamos de cortarlo hace una hora.

¿El jefe de policía de Pine Gulch le llevaba un árbol de Navidad? ¿Qué clase de pueblo era aquel? Hacía siglos que Paula no ponía un árbol. Cuando vivía sola le parecía demasiada molestia y, además, ocupada con clientes, contratos y visitas al Juzgado, nunca había tenido mucho tiempo para celebraciones. Por un momento, se vio transportada a su mejor recuerdo de Navidad, cuando tenía siete u ocho años y Alejandra se dedicaba a vaciar la cuenta corriente de un viudo que o la  quería mucho o lo fingía muy bien. El hombre había llenado su casa de regalos y adornos, incluso calcetines llenos de caramelos colgando de la repisa de la chimenea… También sentía un gran afecto por él, hasta que llamó a la policía para denunciar a Alejandra al sospechar que estaba robándole y Paula y su madre tuvieron que salir huyendo para que no acabase en la cárcel. Y allí estaba el jefe de policía de Pine Gulch, con aquel precioso árbol de Navidad.

—Yo…

No sabía qué decir y su evidente malestar pareció contagiársele a él.

—Si no lo quieres…

—Sí, por favor —intervino Gabriela, llevándose las manos al corazón como si fuera la protagonista de un melodrama.

Paula no tuvo más remedio que admitir que la niña era una buena actriz. Más tarde se preguntaría de dónde iba a sacar dinero para comprar adornos.

—Te lo agradecemos mucho, por supuesto.

Y era cierto. Melodramática o no, su hermanastra seguía siendo una niña y merecía unas navidades lo más bonitas posibles.

—No sabía si tendrías una sujeción para el árbol, así que he traído una del rancho. Si me dices dónde lo quieres, yo mismo lo colocaré.

—No hace falta, lo haré yo —se apresuró a decir Paula.

—¿Lo has hecho alguna vez?

—No, la verdad es que no.

—Pues es más difícil de lo que crees. Considera el montaje parte del servicio —dijo Pedro.

Sin esperar que le diera permiso, sencillamente entró con el árbol, llevando con él un aroma a resina y a recuerdos de tiempos más felices que casi había olvidado.

—¡Es precioso! —exclamó Gabi—. Es el árbol más bonito que he visto en toda mi vida.

Paula estudió a su hermana. No podría decir que la conociera bien en tan poco tiempo, pero desde luego parecía encantada.. Tal vez ella era demasiado cínica, pensó. Al fin y al cabo, se trataba de la Navidad y Gabi tenía derecho a emocionarse un poquito.

—Es un árbol muy bonito. ¿Dónde quieres que lo pongamos?

Pedro lo colocó al lado de la ventana, en una esquina.

—¿Aquí mismo?

—Tal vez un poquito más a la izquierda —dijo Gabi.

Esbozando una sonrisa, Pedro colocó el árbol un poco más a la izquierda y Gabi asintió con la cabeza mientras Paula se encogía de hombros. Colocar un árbol de Navidad no estaba entre sus habilidades, como no lo estaba servir mesas o cuidar de una niña de nueve años.

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