lunes, 6 de enero de 2020

Destino: Capítulo 43

—Cuando rompiste conmigo y te marchaste a España, yo… me volví un poco loco. Lo admito.

Había intentado olvidarla y llenar el vacío que había sentido dentro, pero todavía no estaba preparado para decírselo. Un par de años después se había enterado de que Paula se había casado con otro y que estaba embarazada, así que no había tenido ningún motivo para contenerse.

—Salí y bebí más de lo debido. Y no estoy orgulloso de ello. El caso es que me crié mala fama y ya no me la puedo quitar, pero hace mucho tiempo que no soy así.

—No me tienes que dar explicaciones, Pedro —le dijo ella, un tanto tensa.

—No quiero que pienses que soy el casanova que dice la gente.

—¿Qué más da lo que yo piense?

—A mí me importa —admitió él. Y no pudo evitar tomar su mano, que todavía estaba fría—. Vaya. Deja que te caliente las manos. Siento no haberme dado cuenta de que iba a llover.

—No pasa nada. Ya no tengo frío —respondió ella, mirándolo a los ojos solo un instante. Le temblaban las manos—. De todas formas, creo que para los niños ha sido toda una aventura. A pesar de la lluvia, ambos recordarán siempre este día.

Pedro se sintió invadido por una enorme ternura, por aquella mujer y por sus hijos.

—Eres increíble en eso.

—¿En qué? —preguntó Paula con las mejillas sonrojadas.

—En sacar siempre lo mejor de cada situación. Siempre lo has hecho, pero se me había olvidado. Si se te pinchaba una rueda, decías que agradecías haber podido parar un rato a admirar el paisaje. Si se te rompía una uña, aprovechabas la oportunidad para hacerte la manicura.

—Soy una pesada, ¿No? No sé cómo la gente me aguanta.

—No, a mí me parece maravilloso. Y no me había dado cuenta hasta ahora de lo mucho que lo había echado de menos.

Ella volvió a mirarlo, con los ojos muy abiertos y los labios ligeramente separados. Le temblaban las manos y Pedro aspiró su dulce aroma a flores, y, de repente, la tensión desapareció entre ambos. Deseó besarla como no había deseado nada en su vida, salvo tal vez el primer beso que le había dado. Pero si lo hacía, Paula pensaría que era tal y como decía que era, y que se había aprovechado de la situación. Así que intentó contenerse, para que ella volviese a conocerlo y a confiar en él. Sí, eso habría sido lo más sensato, pero notó cómo sus manos temblaban y supo que no podía ser sensato. No con ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario