miércoles, 15 de enero de 2020

Destino: Capítulo 62

Tenía un brazo alrededor de su hermana, pero Sofía estaba con el rostro hundido en el agua. Pedro utilizó toda su fuerza para mantenerse en pie a pesar del ímpetu de la corriente y notó cómo se le encogía el estómago al darle la vuelta a la niña. Tenía los ojos abiertos, la mirada perdida y su dulce rostro estaba inerte. Empezó a hacerle la reanimación respiratoria, pero la niña no respondió. No obstante, siguió haciéndosela a ambos mientras utilizaba la cuerda para atarlos a su cuerpo, con las manos entumecidas, preguntándose a la vez cuánto tiempo habría pasado y por qué tardaba tanto su equipo de rescate. Lo más difícil iba a ser sacarlos del agua, pero con fuerza, decisión, y con la ayuda de esos ángeles guardianes que esos niños tenían que tener, luchó contra la corriente y empezó a apoyarse en el tronco, que estaba resbaladizo, deteniéndose cada diez segundos para hacerles la respiración artificial a los niños. Acababa de llegar a la orilla, completamente agotado por el esfuerzo, cuando oyó gritos y notó que lo levantaban y que desataban a los niños.

—¡Jefe! ¿Cómo has sabido que estaban aquí? —le preguntó su segundo al mando, Marcos Orosco, sorprendido.

Él no supo cómo explicarlo. No sabía si había sido un milagro o una intuición, pero daba igual. Los niños estaban inconscientes, aunque, al parecer, Agustín respiraba. Dejó al niño con sus hombres y se hizo cargo de Sofía inmediatamente. Él era el único con formación en emergencias médicas, aunque todos hubiesen hecho los cursos de primeros auxilios. Se inclinó sobre la niña y la puso en la posición adecuada, de lado, casi boca abajo, con la rodilla levantada para intentar que saliese el agua de sus pulmones. Oyó a Agustín toser y escupir agua, pero Sofía seguía inmóvil.

—Venga, Sofía.

Empezó a hacerle la reanimación cardiopulmonar, obligándose a bloquear sus emociones a pesar de saber que Paula se quedaría destrozada si no conseguía reanimar a su hija. Continuó con ella y no permitió que ninguno de sus hombres le tomase el relevo. Una parte de él se temía que no fuese a servir de nada, la niña había estado demasiado tiempo en el agua, pero justo cuando empezaba a desesperarse, notó que algo cambiaba. Un pequeño movimiento, un latido. Y entonces Sofía tosió y él la giró para quevomitase lo que le pareció casi medio río. La pequeña empezó a recuperar el color, otro milagro, y gimoteó. Él volvió a girarla para que echase más agua, y después la envolvió en la manta que le acababa de dar uno de sus hombres.

—Oxígeno —pidió.

Sofía estaba gimoteando y no podía dejarla sola.

—¡Buen trabajo, jefe!

Aturdido, oyó aplaudir a su equipo y vió cómo los hombres se daban palmadas en la espalda los unos a los otros, emocionados, como ocurría siempre después de un rescate que finalizaba con éxito, pero él solo podía mirar a Sofía.

—¿Nos la llevamos? —le preguntó Rodrigo.

Pedro no quería separarse de ella, pero sabía que tenía que verla un médico. Existía la posibilidad de que le hubiese faltado oxígeno durante demasiado tiempo, pero en esos momentos no podía pensar en eso.

—Sí, vamos a llevarla a la ambulancia —respondió.

Cuando la niña estuvo en la camilla, fue a ver a Agustín, que estaba consciente, mirando con interés a su alrededor. También se lo iban a llevar a la clínica.

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