miércoles, 15 de enero de 2020

Destino: Capítulo 65

A punto. Había estado a punto de perderlo todo. Varias horas después del milagro de que hubiesen rescatado a sus hijos, Paula todavía estaba nerviosa y tensa. No se atrevía a pensar en lo que podría haber ocurrido. Si no hubiese sido por Pedro y su heroica actuación, en esos momentos estaría preparando dos funerales, en vez de estar sentada junto a la cama, viendo dormir a sus hijos. Sofía se estaba chupando el dedo, algo que no había hecho en mucho tiempo, y Agustín estaba durmiendo abrazado a su querido perro, que también dormía. Y eso que la primera norma que había puesto después de acceder a adoptar a Apolo había sido que no durmiese en la cama. No obstante, aquella noche se podía hacer una excepción. No quería perderlos de vista ni siquiera mientras dormían, así que los había metido a los dos en su cama, solo esa noche. No sabía dónde iba a dormir ella, tal vez a los pies de la cama, pero estaba segura de que tardaría en conciliar el sueño. Tenía que estar agotada. El día había sido demoledor. Después del rescate habían pasado varias horas en la clínica, hasta que el doctor Domínguez y su esposa, Magdalena, se habían asegurado de que los niños estaban lo suficientemente bien como para volver a casa. En realidad, el doctor Dalton habría preferido que pasasen la noche en observación en el hospital de Idaho Falls, pero después de un par de horas en la clínica, Paula había empezado a saltar en la cama cual mono salvaje y Agustín se había puesto a hablar sin parar. Así que el médico les había dicho que podían marcharse a casa.

—Puedes llevártelos siempre y cuando estén acompañados. Llámame si notas algún cambio en su respiración o en su comportamiento.

Estaba tan agradecida de tener a sus hijos con ella, sanos y salvos, que en aquellos momentos habría sido capaz de cualquier cosa. Cada vez que pensaba en lo que habría podido pasar si Pedro no los hubiese encontrado se le encogía el estómago de miedo y le dolía tanto que se tenía que cruzar de brazos y hacerse un ovillo unos segundos, hasta que conseguía volver a tranquilizarse. Nunca olvidaría el momento en el que había salido del coche de su hermano y había visto a Pedro allí, manchado de sangre y empapado, abrazando a su hijo. Algo había cambiado en su interior en ese momento, algo tan profundo y vital que todavía no se atrevía a averiguar qué era. Casi se sintió aliviada al oír que se abría la puerta. Su madre seacercó y se sentó a su lado. Parecía haber envejecido desde esa mañana, pensó Paula.

—Qué tranquilos están cuando duermen —murmuró Alejandra, mirando a sus nietos.

Y Paula se dió cuenta de lo mucho que quería a su madre también. A pesar de que nunca le había contado sus problemas con Javier, y seguía sin poder hacerlo, sabía que podía haberla llamado o haberle mandado un correo electrónico en cualquier momento y que ella la habría animado. Su madre no había tenido una vida fácil. Había sufrido tres abortos antes de que ella naciese y otros dos después. Durante su adolescencia, Paula había sentido muchas veces la presión de ser la única hija que sus padres habían podido tener.

No hay comentarios:

Publicar un comentario