viernes, 24 de enero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 15

—Voy a buscar una silla.

—¿Para qué? —sonriendo, Pedro levantó a Gabi en brazos y sonrió mientras colocaba el ángel en la última rama.

—¡Perfecto! —exclamó la niña.

Apagaron la luz para ver el efecto y, mientras estaban a oscuras, con la música de fondo y la nieve cayendo al otro lado de la ventana, Pedro se sintió imbuido por espíritu navideño.

—Es mágico —murmuró Gabi.

Paula abrazó a su hermana.

—¿Sabes una cosa? «Mágico» es la palabra adecuada.

Todos se quedaron callados un momento, pero ella fue la primera en romper el hechizo:

—Siento haberte retenido aquí tanto tiempo, Pedro. No tenías que quedarte para ayudarnos a adornar el árbol.

—No me has visto salir corriendo, ¿No? Si no estuviera pasándolo bien, me habría ido. Normalmente no me interesa la Navidad, pero esto ha sido divertido.

Ella lo miró con curiosidad, como si le sorprendiera que pudiese disfrutar de algo tan simple. Y Pedro no sabía cómo explicarlo cuando ni él mismo lo entendía.

—¿Quieres un chocolate caliente? —le preguntó.

Y él tuvo la impresión de que la invitación no había sido planeada. La oferta era tentadora, más de lo que debería, pero empezaba a pensar que distanciarse un poco sería lo más inteligente.

—En otro momento, mañana tengo que levantarme muy temprano. He dejado a mi perro solo en casa y seguramente tendré que sacarlo un rato.

Pedro tomó su impermeable y Paula lo acompañó a la puerta.

—Gracias otra vez. Ha sido muy amable por tu parte. Por favor, dile a tu sobrina que se lo agradecemos mucho.

—Lo haré —Pedro se puso el impermeable y luego, por impulso, se inclinó para darle un beso en la mejilla.

Su perfume era tan agradable, dulce y femenino, y su piel tan cálida. Era un gesto absurdo, totalmente inesperado en él. No sabía qué lo había empujado a hacerlo. Debía ser cosa de las fiestas, pensó. Pero cuando se apartó, Paula lo miraba con los ojos como platos.

—Buenas noches —se despidió Pedro, saliendo de la casa antes de que ella pudiese decir algo.

¿Qué había pasado?, se preguntó mientras subía a la camioneta. Su intención había sido dejar el árbol y marcharse. En lugar de eso, se había quedado más de una hora ayudándolas a colgar los adornos… y luego lo había complicado todo dándole ese ridículo beso. Sentía lástima por ella, se dijo. Eso era todo. Estaba sola en un pueblo que no conocía, sin amigos, sin familia. Él era el único que la ayudaba, como haría un buen vecino. Se negaba a pensar que hubiera otro motivo. Él no estaba dispuesto a arriesgar su corazón otra vez y, aunque así fuera, desde luego no lo arriesgaría con una mujer como Paula, que tan claramente escondía algo. Había aprendido la lección y no pensaba volverse a dejar engañar por una mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario