miércoles, 29 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 49

Francisco contestó generosamente:

–En reuniones, con el ayuntamiento. No creo que tarde. Y luego se va a casa. Un día entero de burócratas no es la idea que tiene Paula de pasárselo bien.

–Gracias, Francisco–hizo una pausa y dijo–: ¿Tienes idea de por qué tu jefa odia el matrimonio como si fuera un delito o algo así?

–No. La primera semana que trabajé aquí quise ligármela, pero me sacó corriendo. Somos compañeros. No hay nada de sexo, y somos buenos amigos.

Para Francisco sería una aberración eso de que no hubiera sexo. Pedro trató de no sonreírse.

–Intentaré localizarla en casa. Nos vemos, Francisco.

Compró flores en el camino. Las rosas que le había recomendado Matías le parecían muy poco originales, por lo que le compró unas azucenas. Al llegar, el coche de Paula estaba estacionado en el camino que llevaba a la casa. Al llamar a la puerta, ésta se abrió instantáneamente. Paula estaba de pie en el hall, con su maletín aún en la mano. Y no pareció sorprenderse de verlo.

–Acabo de llegar, y estoy cansada. ¿Qué quieres? –dijo, desganada.

–Quería darte esto –dijo Pedro con la mejor sonrisa, y le entregó las flores.

A Paula le gustaron, pareció. Pero enseguida cambió la expresión amable de la cara.

–Intentas sobornarme...

–¡No desprecies cada gesto que tengo contigo, Paula! Me recuerdan a tí las azucenas. Apasionadas y obstinadas.

–Se te dan bien las palabras.

–Hay una palabra que podrías agregar a tu vocabulario. «Sí».

–Sí, puedes irte ahora mismo –dijo ella con una sonrisa tensa.

Tenía ojeras, y se apoyaba en el quicio de la puerta.

–En el viaje en avión leí un libro acerca del embarazo. Pondré las flores en agua y te daré un masaje en la espalda, y luego hablaremos de lo que va a pasar.

La idea de un masaje en la espalda le parecía maravillosa. Estaba exhausta. Y si había podido soportar la reunión con el comité del ayuntamiento podría soportar cualquier cosa.

–Te traeré un vaso de leche descremada también.

–¿No me traes pepinillos, o tarta de chocolate?

–Las azucenas son comestibles, me han dicho –dijo él mirando las flores.

Paula, en medio de la confusión, se alegraba de verlo. Y dijo:

–Si quieres ir acercándote a la palabra «sí», me parece que debieras ofrecerme algo más que una ensalada de azucenas y leche descremada.

 Él se rió.

–Ve y ponte algo más cómodo. Avísame cuando estés lista –le quitó las flores y fue hacia la cocina.

Mientras estaba colocando las flores en el florero, vió que una de las puertas del armario estaba desencajada. Buscó y encontró un destornillador y cola para madera. Cuando volvió Paula estaba a punto de terminar el trabajo.

–Gracias. Uno de los grifos del cuarto de baño gotea, puedes arreglarlo también, si quieres. ¡Oh, y la televisión se ha estropeado! ¿Por qué no le echas un vistazo?

–Después del masaje en la espalda.

–¿Quieres hacerte indispensable, Pedro?

–Buena idea. Pareces una lila tú misma con esa ropa –le dijo él, al verla tan elegante con el caftán.

–He hecho un trabajo en la Avenida Young, y me he gastado toda mí comisión en ropa –dijo ella. La Avenida Young era una zona de comercios caros.

Pedro cortó una de las lilas, le bajó la cabeza, y se la puso entre el pelo. Al rozarle la mejilla, ella dijo:

–Siempre lo consigues.

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