lunes, 20 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 26

Paula se quedó inmóvil, debajo de las ramas de un abedul, con el corazón en un puño, y el rostro entre sombras. Llevaba una camisa de manga corta color beige y unos pantalones cortos verdes, una especie de uniforme de verano. En el momento en que la señora Martínez apareció nuevamente trató de recomponerse y poner un gesto de amabilidad y cortesía.

–Esta mañana justamente, he llamado a una persona para que me aconseje... Esta es Paula Chaves, Pepe. Es diseñadora de jardines. Paula, quiero presentarle a mi hijo, Pedro Alfonso.

Paulasintió que se hundía la tierra bajo sus pies.

–Encantada, señor Alfonso–dijo ella balbucéate.

Él estaba de pie detrás de su madre, con tal gesto de rabia, que Paula dió un paso atrás instintivamente.

–Es un placer... –dijo él, haciendo un esfuerzo sobrehumano por guardar la compostura.

–La próxima vez que vengas no vas a conocer el jardín, Pepe. ¡No te imaginas qué ideas tan buenas tiene Paula!

–¿De verdad? –dijo él irónicamente.

Su madre lo miró desconcertada, y luego dijo:

–¿Se conocen?

–¡No! –dijo Paula.

–¡Qué ocurrencia!

–Por un momento su hijo me recordó a alguien que conozco, alguien con quien tenía bastante relación –dijo Paula, acercándose a la verdad.

–¡Ah! –Dijo la señora Martínez–. Paula, ¿Por qué no le dice a Pedro cuáles son sus planes para el jardín? De paso me lo repite a mí.

Paula le explicó sus planes con todo detalle, haciendo un esfuerzo para que su voz no delatara el estremecimiento que sentía. Cuando terminó de describir los arbustos, plantas y flores que harían del jardín una delicia, dijo:

–Señora Martínez, lo que haré será dibujar un par de planos y le adjuntaré el presupuesto. Se los traeré mañana por la tarde.

–¡Estupendo! No se olvide de un banco a la sombra... Y quisiera una pequeña fuente para los pájaros.

–Algunas plantas y flores que pondremos serán especiales para atraer a los pájaros –dijo Paula–. Y por favor, llámeme si se le ocurre alguna idea o sugerencia, o para cualquier cosa que quiera preguntarme. Es más fácilhacer los cambios ahora que comenzamos, que más adelante.

–Muchísimas gracias –sonrió la señora Martínez.

Paula sonrió también, saludó a Pedro con un gesto con la cabeza, y se fue de prisa por el corredor de la casa hacia la calle. Tenía el coche estacionado cerca de allí. Corrió, cruzó la calle, y se metió en el coche desesperada por alejarse. En el camino de vuelta a la oficina pasó por un jardín en la zona sur, para ver cómo iba. Se alegró de que los estudiantes que había empleado para ocuparse de él trabajaran estupendamente. En la oficina la esperaban dos mensajes, a los que contestó eficientemente en cuanto llegó. Luego volvió a casa. Cerró la puerta como si de una fortaleza se tratase, y se sentó en la cocina. La madre de Pedro vivía en Halifax. Ella llevaba en su vientre al nieto de una clienta con la que había simpatizado inmediatamente y con la cual se avecinaba una relación comercial duradera...

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