miércoles, 1 de noviembre de 2017

Enemigos: Capítulo 52

–Por el amor de Dios, Pedro...

–Deja que te dé algunos consejos sobre cómo conseguir que un matrimonio funcione. En primer lugar, retirarme el sexo no va a mejorar mi estado de ánimo –afirmó con frialdad–. En segundo lugar, puedo tenerte relajada en menos de cinco segundos, así que acabemos con esta farsa. Es una las pocas cosas que tenemos en común.

–Te crees irresistible –Paula se incorporó y trató de correr hacia la puerta,pero él la tumbó sobre la cama y le sujetó los brazos por encima de la cabeza con una mano.Ella se retorció bajo su peso.

–¿Qué estás haciendo?

–Sexo en la cama –ronroneó Pedro con los ojos brillantes y la boca a escasos centímetros de la suya–. Todavía no lo hemos experimentado. A mí me gusta descubrir cosas nuevas, ¿Y  a tí?

–No quiero sexo en la cama –Paula apretó los dientes y apartó la cara ignorando el calor que le subió por la pelvis–. No quiero ningún tipo de sexo.

–Estás montando una escena porque te asusta el modo en que te hago sentir.

–Lo que me haces sentir es deseos de hacerte picadillo con mi cuchillo más afilado.

Pedro se rió . Paula tenía las manos atrapadas en la suya y trató de apartar la cara de la suya, pero él le sujetó la barbilla con la otra y la mantuvo firme mientras le plantaba la boca en la suya.El experto roce de sus labios le provocó una oleada instantánea de calor.Gimió y se retorció debajo de él.

–No quiero dormir en la misma cama que tú.

–No te preocupes por eso. Todavía falta mucho para que llegue el momento de dormir –le deslizó la mano libre bajo el camisón.

Paula trató de liberar las manos y de defenderse, pero él la mantuvo sujeta.Se sintió invadida por el calor cuando sintió su mano entre las piernas.

–¡Suéltame!

La respuesta de Pedro fue deslizar los dedos dentro de ella. El calor hizo explosión. Incapaz de liberar las manos, lo único que pudo hacer Paula  fue tratar de mover las caderas, pero aquel movimiento solo sirvió para intensificar la excitación provocada por aquella invasión tan íntima.

–Dios, no he parado de pensar en esto en todo el día –gimió él capturándole la boca con la suya en un beso explícito–. No he sido capaz de concentrarme. No he podido tomar ninguna decisión, y eso no me había ocurrido nunca antes. Está claro que a tí te ha pasado lo mismo.

–A mí no –era la frenética protesta de una persona que se estaba ahogando–. No he pensado en tí en todo el día.

–Mientes fatal.

Paula descubrió que Pedro era capaz de sonreír y besar al mismo tiempo, y aquello volvió más sensual todavía la experiencia porque cambió el modo en que sus labios se movían sobre los suyos.

–No estoy mintiendo –se retorció para tratar de librarse de él–. He estado demasiado ocupada para dedicarte un solo pensamiento. ¿Y por qué iba hacerlo? No hemos compartido nada especial.

–¿No? –Pedro le soltó las manos y se deslizó hacia abajo en la cama abriéndole los muslos.

Paula gimió y trató de cerrarlos, pero él le sujetó las manos con firmeza y su gemido se transformó en un sollozo de placer mientras la lengua de Pedro exploraba aquella parte de su cuerpo con maestría letal.Con el cuerpo en llamas, trató de mover las caderas para aliviar el deseo,pero él la mantuvo prisionera mientras la sometía con la lengua a una erótica tortura. Sintió cómo el placer se iba formando en su interior.

–Eres tan ardiente que cuando estoy contigo no puedo ni siquiera pensar –murmuró él con voz ronca colocándose encima de ella y entrando en su interior.Y entonces se quedó muy quieto. Permaneció así, hundido en su interior con las mandíbulas apretadas para controlarse y no moverse.

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