viernes, 3 de noviembre de 2017

Enemigos: Capítulo 60

–Escogí imitar a tu familia, no a la mía.

–Y lo has hecho sin ningún apoyo. Quiero que sepas que siento un enorme respeto por lo que has logrado. Y te debo una disculpa por haber sido tan duro contigo cuando me enteré de lo de Balta.

–No tienes por qué disculparte –murmuró ella–. Lo entiendo.

Pedro se puso de pie.

–Tengo una reunión que durará al menos una hora. Luego le pediré a Giuliana que se lleve a Balta para que podamos estar un rato a solas.

A solas le sonaba aterrador a Paula. Significaba concentrarse mucho en no demostrar lo que sentía.

–¿Por qué no nos llevamos a Balta y salimos los tres juntos?

Pedro se detuvo un instante mientras se ponía la chaqueta.

–Estaba pensando en algo más romántico.

–¿Romántico? –Paula se rió suavemente–. Te lo agradezco, pero no es necesario, de verdad.

–Sí es necesario. Aparte del traje de novia no te he comprado absolutamente nada desde que estamos juntos. Eres mi mujer. Te mereces lo mejor.

Oh, Dios, se avergonzaba de ella. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Estaba casada con Pedro Alfonso y seguía vistiéndose como siempre lo había hecho. Dolida porque hubiera sacado el tema de aquel modo, se apresuró a asentir.

–Sí, por supuesto. Vamos de compras. Lo que quieras.

–Termina de desayunar. Te recogeré dentro de una hora. Es importante que pasemos tiempo juntos. Y en cuanto a tí –se inclinó para darle un beso a Balta– vas a pasar el día con Giuliana. Pórtate bien.

Le lanzó una última mirada a Paula y salió de la terraza en dirección al hotel.Ella se quedó mirándole con desesperación.

–Quiere pasar el día conmigo porque cree que es su obligación. Y va a comprarme ropa para que no le avergüence en público. Tu tía Luciana me ha dicho que odia ir de compras, y el hecho de que esté dispuesto a hacerlo significa que le estoy avergonzando mucho.

Paula le dió a Baltazar otro trozo de brioche y dejó caer la cabeza entre las manos con gesto desesperado.



–Ese te queda de maravilla –Pedro le dijo aquel cumplido en un esfuerzo más por complacerla.

Pero cuanto más la halagaba más se retiraba ella. Nunca había conocido a una mujer que mostrara tan poco entusiasmo al ir de compras, y se estrujó el cerebro tratando de pensar qué estaba haciendo mal. ¿Se sentiría desilusionada por haber dejado a Balta en casa?

–¿Te gusta este? –Paula observó con indiferencia su reflejo en el espejo.

Lo cierto era que como más le gustaba a Pedro era sin nada, pero dudaba mucho que admitirlo mejorara su humor, así que observó detenidamente el vestidode seda azul y asintió.

–El color te queda muy bien. Añádelo a la pila.

Paula desapareció en el cambiador para quitárselo y volvió a salir con él en la mano. Pedro lo tomó y se lo entregó a la dependienta junto con la tarjeta de crédito.

–Ese vestido es perfecto para la fiesta familiar.

–¿Qué fiesta familiar?

–Dentro de un par de semanas es el cumpleaños de Isabella y los Alfonso nos reunimos. Federico adora a sus chicas, Laura incluida. Así que te puedo asegurar que va a ser toda una celebración –Pedro agarró las bolsas con una mano y la guió de regreso al Lamborghini–. Creí que te lo había comentado.

–No, no lo habías hecho –Paula se detuvo en seco en la puerta de la tienda.

Pedro tuvo que abrazarla para evitar que la arrollara un grupo de compradores ansiosos. En lugar de apartarse, Paula se quedó entre sus brazos y apoyó la cabeza contra su pecho.

Pedro frunció el ceño. Había algo tremendamente vulnerable en aquel gesto. Sintió una punzada de preocupación. Se dió cuenta de que era la primera vez que se tocaban así y sintió otra punzada, esta vez de preocupación, por el modo en que la había tratado. La había precipitado hacia el matrimonio sin pensaren sus sentimientos. Solo había pensado en el bienestar de su hijo, no en el de Paula. Prometió centrarse en ella a partir de aquel momento.

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