lunes, 6 de noviembre de 2017

Enemigos: Capítulo 64

Abrazándose con fuerza al hombre que ahora era su padre, Isabella se sonrojó.

–Yo.

–Entonces ve a saludar a tus invitados, señorita. Y luego cortaremos esta fantástica tarta –sonrió a Paula con afecto sincero–. Bienvenida. Y gracias por esta espectacular tarta. Es todo un detalle por tu parte haberle hecho algo tan especial.

Fue una tarde bulliciosa y feliz, y cuando llegó la hora de acostarse Baltazar decidió dormir en la misma habitación que Isabella, Sofía y Delfina.Laura puso los ojos en blanco sin dar crédito.

–Lo siento mucho. ¿Te parece bien a tí? Tenemos diez habitaciones. No me preguntes por qué prefieren estar todos apretados en una.

–Creo que es fantástico –Paula pensó en lo sola que estaba ella de niña.

Habría dado cualquier cosa por dormir en una habitación bonita con tres primas bulliciosas.

–¿De verdad? Yo también lo creo. Y no tienes de qué preocuparte, porque la tía de Federico se va a quedar a dormir y ha prometido vigilarles –Laura miró a los niños con seriedad–. Tienen que dormirse rápido, nada de tonterías.

Tras pronunciar aquella orden, salieron de la estancia y Paula la miró de reojo.

–Se van a pasar la noche despiertos.

–Tienes razón. Pero lo bueno es que entonces se levantarán tarde. Y ahora tenemos que arreglarnos. El restaurante que ha escogido Fede es muy elegante. Todos estamos deseando escuchar tu opinión sobre la comida, aunque no creo que pueda comer nada después de tanta tarta. Es la mejor que he probado en mi vida.

Paula se sonrojó. Y pensó que ya era una de ellos. Era una Alfonso.Tal vez su matrimonio no fuera perfecto, pero todavía estaban empezando y Pedro estaba esforzándose mucho. En lugar de desear tener algo más debía aprovechar al máximo lo que tenía. Debía intentarlo. Y lo primero era recuperar su vida sexual. Al principio la encontraba irresistible. Dependía de ella reavivar aquella parte de su relación. Pedro estaba en la terraza tomando una copa con Federico y con Daniel, el marido de Luciana, así que Paula podía tomarse su tiempo para arreglarse.El vestido de seda azul se le ajustaba a las curvas y dejaba al descubierto sus largas piernas. Tal vez no estuviera tan tonificada como Laura, pensó mirándose al espejo, pero no tenía mala figura.Se puso los tacones, agarró el bolso y aspiró con fuerza el aire. Nunca en toda su relación había intentado seducir a Pedro. Esta iba a ser la primera vez.Llamaron a la puerta con los nudillos, abrieron y aparecieron Laura y Luciana.

–Oh, mi pobre hermano –dijo Luciana ladeando la cabeza y observándola–. No tiene ninguna posibilidad.

Con aquel piropo resonándole en los oídos, Paula se unió a ellas y las tres mujeres se dirigieron a la terraza.Pedro le estaba dando la espalda. Ella sintió un nudo en el estómago mientras se le quedaba mirando los anchos hombros.Federico las vió primero y al instante interrumpió la conversación para saludarlas. Aunque fue muy amable con las tres, solo tenía ojos para su mujer y Paula sintió una punzada de envidia. Luciana se plantó delante de Daniel y esperó aque le dijera algo mientras Pedro se giraba hacia Paula. Estaba tan guapo que contuvo la respiración. Y se dió cuenta de que aquellos ojos oscuros suyos tan sensuales parecían cansados. Él tampoco estaba durmiendo bien.

–¿Verdad que está impresionante? –Luciana le dió un codazo a su hermano–.Deberías decirle algo. Por ejemplo: «Vamos a olvidarnos de la cena y subamos directamente a la habitación».

Pedro se giró para mirarla.

–Hablas demasiado –le espetó.

Su hermana dió un paso atrás, visiblemente dolida por el inesperado ataque.Federico observó la escena con ojos entornados. Primero miró a su hermano y luego a Paula, que solo quería que se la tragase la tierra. Pues sí que empezaba bien la seducción. Estaba claro que él no teníaningún interés.

–Tenemos que irnos –se apresuró a decir Laura–. La limusina nos está esperando. Y Paula, me tienes que enseñar a cocinar arancine. A Fede le encanta y cada vez que intento prepararlo me sale fatal. Seguro que su madre todavía no entiende por qué se casó conmigo.

Porque la quería, pensó Paula. Y el amor llenaba todas las grietas como el agua de lluvia al caer sobre la tierra seca. Ella no tenía algo parecido y las grietas de su propio matrimonio se hacían más grandes.Luciana la tomó del brazo mientras caminaban.

–No sé qué le pasa a Pepe–gruñó–. ¡Hombres! Por eso las mujeres tienen que tener amigas. Hablemos de cosas importantes. Tengo una fiesta la semana que viene y no sé qué esmalte de uñas ponerme...

Siguió charlando, y Paula agradeció el cambio de tema y el monólogo incesante que no requería de su intervención.La velada fue un éxito gracias a los esfuerzos de los demás, pero en cierto modo aquellos esfuerzos provocaron que Paula fuera todavía más consciente de las grietas.A pesar del tiempo que había invertido en arreglarse, Pedro apenas la miró.Decidió hablar de negocios con su hermano y su cuñado mientras ella se sentía invisible. Si no conseguía ya atraer su atención, entonces todo había terminado.Aunque Pedro hubiera dicho que el matrimonio era para siempre, no había forma de que un hombre como él estuviera con una mujer que ya no le atraía.Iba a ser el primer Alfonso de la historia en divorciarse.

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