viernes, 3 de noviembre de 2017

Enemigos: Capítulo 56

–Necesita juguetes –soltó–. Juguetes para la piscina.

–Por supuesto –Pedro clavó la mirada en la suya, consciente de que estaba tratando de cambiar de tema–. Iremos de compras esta tarde.–Todavía tiene que dormir la siesta.

Como para demostrarlo, Baltazar, agotado tras una tarde tan activa, dejó caer la cabeza en el hombro de su padre y cerró los ojos.

–Le llevaré a la cama –Pedro se las arregló para salir de la piscina sin despertar al niño.

Paula le vió cruzar la terraza y entonces salió del agua y se dió  una ducha rápida en la caseta. Acababa de envolverse en la toalla cuando Pedro apareció detrás de ella.

–Ni siquiera se ha movido. Admiro su capacidad para dormirse tan rápidamente.

Estaba tan guapo que Paula no pudo evitar quedarse mirándole.

–Bien. Bueno. Entonces yo voy a...

–Tú no vas a ninguna parte –Pedro puso la boca sobre la suya y tiró de la toalla, que cayó al suelo–. Voy a demostrarte que nuestra relación no es solo sexo nocturno –murmuró con tono sensual atrayéndola hacia sí–. Vas a experimentar el sexo de día.

–Pedro...

–Sexo contra la pared, en el suelo –le besó el cuello–sexo en la ducha, en la cama... –deslizó la boca más abajo–. ¿Qué te parecería sexo en la piscina?

–Desde luego que no –Paula gimió cuando sus dedos encontraron la parte más sensible de su cuerpo–. No sería capaz de volver a mirar al servicio a la cara nunca más.

Un brillo travieso iluminó los ojos de Pedro.

–Date la vuelta –le ordenó capturándole la boca con la suya–. Tengo una idea mejor. Sexo en la tumbona.

Pedro la giró y la inclinó hacia delante. Paula soltó un suave gemido cuando se colocó sobre ella. Perdió el equilibrio y colocó las manos sobre la tumbona,dejando al descubierto el desnudo trasero por el movimiento. Sintiéndose tremendamente vulnerable, trató de incorporarse, pero Pedro la mantuvo allí.

–No voy a hacerte daño –le dijo con dulzura–. Tú relájate y confía en mí.

–Pedro... no podemos... –gimió Paula.

Pero sus dedos ya la estaban acariciando allí, seduciéndola y explorándola sin ningún pudor. Y en cuestión de segundos ella se olvidó del pudor. Cuando creyó que iba a volverse loca, sintió el calor de su virilidad contra ella y sus manos fuertes le sujetaron las caderas mientras se deslizaba profundamente en suinterior. Paula gimió.

–Dios, eres deliciosa –jadeó Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario