viernes, 3 de noviembre de 2017

Enemigos: Capítulo 58

A la mañana siguiente se despertó con un potente rayo de luz cuando Pedro abrió las persianas.

–Buongiorno –Pedro le quitó las sábanas y le tendió la bata.

Todavía medio dormida, Paula emitió un gemido de protesta y metió la cabeza debajo de la almohada.

–¿Qué hora es?

–Hora de levantarse –afirmó él–. Dijiste que nunca me veías de día y vamos a cambiar eso, dormilona.

–¡Es culpa tuya que duerma tanto! No deberías...

–¿Qué no debería? ¿Hacerle el amor a mi mujer durante casi toda la noche? –le quitó la almohada y la ayudó a incorporarse–. No puedo creer que estés de tan mal humor por las mañanas.

–¿Por qué estás aquí?

–Hoy vamos a desayunar en familia –aseguró Pedro consultando el reloj–.Luego tengo que ir a una reunión inaplazable y después vamos a ir de compras.

Duchado, afeitado y vestido con traje estaba tan guapo que Paula sintió deseos de tirar de él y meterle otra vez en la cama.

–Tengo el servicio de comidas.

–Hoy no. He reorganizado tu horario. Y no te enfades conmigo –se anticipó–. Normalmente no se me ocurriría interferir en tu trabajo, pero hoy se trata de nosotros. Quiero pasar tiempo contigo.

No era cierto. Lo hacía porque creía que debía hacerlo. Solo era un punto más en su agenda. Resignada a colaborar con aquella estrategia, Paula  salió de la cama.

–Necesito darme una ducha.

–Yo no puedo dármela contigo –murmuró Pedro entre dientes retirándose hacia la puerta–. Me prometí a mí mismo que hoy vamos a estar todo el día fuera del dormitorio. Reúnete abajo con nosotros cuando estés lista –agarró el picaporte–. Te prepararé un café. Lo tomas con leche. Ya sé eso de tí.

–Gracias –seguramente tendría que haberle conmovido que estuviera intentándolo con tanto ahínco, pero le deprimía que para él supusiera tanto esfuerzo. Las relaciones tendrían que ser algo natural.

Cuando se reunió con ellos en la terraza, Pedro se había quitado la chaqueta y estaba hablando con su hijo. Paula sintió una oleada de calor como le sucedía siempre que les veía juntos.

–¡Mamma! –a Baltazar se le iluminó la cara y Pedro se levantó y retiró la silla para ella.

–Mamá va a desayunar con nosotros, así que vamos a portarnos lo mejor que podamos.

Paula besó a Baltazar y luego alzó las cejas al ver al tradicional desayuno siciliano de brioche y granita.

–¿Lo has hecho tú?

–No exactamente –una sonrisa cruzó el bello rostro de Pedro mientras se sentaba–. He pedido el desayuno en el Beach Club. Quiero saber tu opinión. Estamos perdiendo a nuestros clientes por tí, y quiero que me digas la razón. ¿Es por la comida? ¿Por las vistas? Quiero saber qué estamos haciendo mal.

Paula tomó asiento a su vez.

–No sé nada sobre cómo llevar un hotel, así que no puedo ayudarte.

–Pero sabes mucho sobre comida –le pasó un plato–. He bajado la carta para que la veas.

Paula la examinó.

–Es demasiado extensa.

–¿Scusi? –Pedro entornó los ojos–. Es bueno que haya muchas opciones.Significa que podemos complacer un amplio abanico de gustos.

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