miércoles, 29 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 47

–Ven a cenar conmigo mañana, y te contaré lo que ha pasado en ese tiempo. Con todos los detalles importantes.

–Seguro... En veinticuatro horas habrás tenido tiempo para inventártelos.

Sofía  se rió de pronto.

–Parecen Rafa y yo en nuestros peores momentos.

–Dos contra uno, no es justo –dijo Paula.

–Son dos contra dos –bromeó Sofía.

–Yo estoy a favor de tí, no en tu contra –agregó Pedro.

–¡Oh! ¡Callense, ustedes dos! ¡Y dame un trocito de tarta, Sofi! ¡Lo primero que voy a hacer después de que nazca este niño es comerme una tarta entera de chocolate! –protestó Paula.

Sofía cambió de tema, y dió su opinión sobre la película, y terminaron el té. Entonces Paula se levantó y dijo:

 –Estoy segura de que no es una buena táctica dejarlos solos, pero tengo que ir al servicio. Uno de los tantos inconvenientes de estar embarazada.

Pedro la miró alejarse, con amor y compasión, al ver que había perdido su antigua gracia al andar.

–Estás enamorado de ella, ¿No? –le preguntó Sofía directamente.

–Si. Me ha llevado todo este tiempo darme cuenta. Quiero casarme con ella. Por eso estoy aquí.

–¡Estoy tan contenta! –le dijo sonriendo–. Yo se lo he dicho desde el principio, que es mucho más difícil criar a un hijo sola, siempre que los dos quieran hacerse cargo del niño... –el silencio de Sofía incluía una pregunta sobreentendida.

–Quiero casarme por ella. No tiene nada que ver con el bebé. Pero también quiero ser padre, parte de la familia.

–Sé que éste no parece el mejor momento, ella odia la idea del matrimonio... Pero me parece que no te vas a dar por vencido fácilmente.

–¿Cómo era Pablo, Sofía?

–No quiere hablar de él. Ni siquiera conmigo, y soy su mejor amiga.

–La primera vez que hice al amor con ella me dí cuenta de muchas cosas de él, y ninguna me pareció buena.

Espontáneamente Sofía extendió la mano y la puso sobre la de él:

 –Si hay algo que nosotros podamos hacer para ayudarte, dínoslo. Los invitaré a los dos a cenar el fin de semana, ¿Qué te parece?

–Quizás no vaya si sabe que voy yo.

–Entonces no se lo diré –dijo Sofía.

Cuando apareció Paula, Sofía retiró la mano, y pidió la cuenta.

 –Buena suerte, Pedro.

–Gracias –contestó él.  Y supo que había ganado una amiga y una aliada.

Y al ver que Paula los miraba con cara de sospechar algo, pensó que necesitaría todos los aliados del mundo. Sus fantasías chocaban con la realidad: Paula tenía el mismo interés en casarse que ocho meses atrás.

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