lunes, 27 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 42

Pedro volvió a Toronto con un sentimiento de paz que jamás había sentido desde que había conocido a Paula. Había tomado una decisión. A pesar de haberle pedido que se casara con él, no se casaría con ella. Y aún más, permanecería alejado  permanentemente. Voló a Montreal para ver uno de sus proyectos, y tuvo una reunión en Calgary que prometía nuevos contratos. Y se alegró de ir aclarando la confusión que le había traído el nombre de Paula Chaves. Una semana después de dejar Halifax, fue a jugar al squash con Matías, un compañero de juego habitual, que lo había ayudado mucho durante los meses siguientes al accidente.

–¡Eh! ¡Machote! ¡Tengo mucha energía que quemar hoy! –le dijo a Matías.

–Se te ve mucho mejor que hace meses. Déjame que adivine. Has conocido a una mujer... Ya era hora.

–Te equivocas. Acabo de romper la relación con una mujer.

–¿Qué ocurrió? –le preguntó Matías con la pelota en la mano.

–No estoy preparado para comprometerme, Mati.

–¿Y cuándo piensas estar preparado?

–¿Y cómo quieres que lo sepa? –le contestó irritado.

–Puedes pasarte el resto de tu vida corriendo alrededor de la pista, o pensar en una estrategia.

–He venido a jugar al squash, muchacho, no a escuchar una clase de vida social.

–No estoy hablando de tu vida social. Estoy hablando de tu vida. ¿Quieres acabar como José?

José era un solterón que organizaba torneos.

–¡Por el amor de Dios, Mati!

–No creo que José haya planeado que su vida terminase de ese modo, y ahora es demasiado viejo para cambiar... –Matías se rió con candidez, y agregó–: ¿Estás listo para perder?

Y en cinco minutos, Pedro estaba metido de lleno en el juego. Y parecía jugarse la vida en él. Matías jugaba agresivamente también.

–¿Cómo era la mujer? –le preguntó Matías , de pie, esperando el servicio.

–El pelo como el cobre, los ojos de terciopelo oscuro, y un cuerpo para morirse...

–No está todo perdido, entonces –Matías lanzó la pelota.

Pedro ganó el servicio. Y fue a la taquilla antes de empezar el otro. Matías entonces le preguntó:

–¿Era buena en la cama?

–Sí –dijo Pedro–. Déjalo ya, Mati.

 –Quería boda... ¿Fue ése el problema?

 –No, no quería –contestó Pedro enfáticamente.

–¿Bebía mucho? ¿Fumaba mucho? ¿Tenía mal humor por la mañana?

 –Nada de eso.

 –¿Entonces por qué han roto? Hermosa, independiente, buena en la cama, suena como el sueño de todo hombre...

A Pedro no le gustó oír hablar de Paula como de «buena en la cama».

–No es asunto tuyo –le contestó Pedro, de nuevo en la pista, y comenzando con un tiro hacia el pecho enorme de Matías.

–Mi turno ahora –dijo Matías–. ¿Cómo se llama, dónde vive? 

–¿No vas a dejarme en paz, eh?

 –No, Sabrina  y yo estamos muy preocupados por tí. Llevamos preocupados mucho tiempo.

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