lunes, 27 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 44

Pedro se lo pasaba bien, llegó a la conclusión. Y además sentía como que era una especie de terapia para él. En cierto modo sentía a Martina más cerca así. Tal vez el principio de todo eso había sido la tarde en que le había dicho a Paula lo del accidente. Le había hecho bien. Pero de eso se daba cuenta ahora recién. Después de una única cita con una mujer, que resultó un fracaso, se dió cuenta de que no quería salir con nadie excepto con Paula.



Una mañana de noviembre fue a ver un terreno en metro, para no sufrir atascos. Al subir las escaleras vió de espaldas a una mujer joven. No era la primera vez que le ocurría, que su corazón daba un vuelco al acercarse a una embarazada. Se apoyaba en el brazo de un hombre joven de vaqueros. Tendría unos diecinueve años él, le pareció a Pedro. Se dieron un beso, y el hombre dijo:


–Me llamas, si pasa algo.



–Sí, Johnny. No te preocupes. Espero que el trabajo vaya bien.



La mujer dobló hacia la derecha y el hombre hacia la izquierda. Y pensó que ese muchacho estaba haciendo lo mejor que podía en su situación. Quién sabe qué trabajo de mala muerte tendría, y además era mucho más joven que él. Sin embargo hacía lo que tenía que hacer. Mucho más de lo que hacía él. Él en Toronto. Paula en Halifax. ¿Cómo iba a ayudarla de ese modo? De pronto un pensamiento se le hizo claro de golpe: «Quiero estar con ella porque la amo», se dijo. «Estoy enamorado de ella». «Esta vez estoy seguro de lo que digo», pensó. Y no tenía nada que ver con el bebé. «Es Paula a quien amo». «Es Paula a quien quiero». Y con la fuerza que da la claridad de mente se dijo que pelearía por lo que quería con toda su alma. «Tengo que decírselo ya mismo», pensó. Su primer impulso había sido volar ese mismo día a Halifax, pero finalmente tardó más de una semana en volar. A pesar de los consejos de Bruno, decidió pensar con detenimiento. La amaba, y quería casarse con ella, pero ella no quería casarse. Lo primero que haría sería trasladarse a la oficina de Halifax durante un tiempo. De ese modo podría seguir el consejo de Matías y cortejarla, con o sin rosas. Que ella se tomara su tiempo. No tenía que apurarla, sino hacer que ella se acostumbrara a la idea de que él la amaba. Le pidió a la señora Minglewood que le alquilase una suite en un edificio especial para ejecutivos que pasaban allí temporadas largas. Trabajó mucho antes de irse para dejar encaminados varios proyectos en los que estaba trabajando, y gracias a los avances de la ciencia, con su fax y sus ordenadores había logrado arreglar todo como para poder trabajar en Halifax. Soñaba con tener a Paula a su lado. Sabía que no caería en sus brazos el primer día, no era ingenuo, pero sabía que si seguía su estrategia terminaría cayendo. Llegó a Halifax al final de la mañana. En lo que deshizo las maletas y comió algo se le hizo la media tarde. Entonces tomó aliento, y decidió llamar a Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario