viernes, 17 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 24

Cinco minutos más tarde, Paula estaba en la habitación de los niños, sosteniendo dos camisetitas diminutas y dos pijamas. De sus ojos se desprendieron lágrimas de emoción.

–Es una bobada llorar cuando soy tan feliz...

–Es cuestión de hormonas –dijo Sofía–. Yo me lo pasé así los tres primeros meses.

Sofía buscó libros sobre el embarazo hasta que Jason se despertó para comer. Después de atenderlo bebieron otra taza de té.

–Debo irme –dijo Paula finalmente–. Tienes que dormir. Gracias por todo.

–De nada. Y llámame cuando quieras.

Paula regresó a su casa en su coche. Dejó la ropa del bebé sobre la mesa de la cocina, y dió al botón del contestador. Escuchó entonces la voz de Pedro . Tuvo que aferrarse a la mesa sólida de madera para darse cuenta de que era realidad. Porque la mesa, la casa, la visita a Sofía era la realidad. Y no Pedro , ni el temblor de sus piernas, ni el deseo que de pronto se había apoderado de ella al oír su voz. No podía ser realidad. No era la primera vez que le pasaba en esas cuatro semanas. Sólo había pasado una noche en brazos de un hombre, pero eso había sido suficiente para devolver su cuerpo a la vida. Y lo cierto era que no podía imaginarse hacer el amor con nadie más que con él. Lo llamaría en ese mismo momento para decirle que estaba embarazada. Luego, hasta que naciera el niño, no iba a ponerse en contacto con él. Marcó su número. El teléfono sonó tres veces, entonces Pedro contestó.

 –Soy Paula. He recibido tu mensaje –tragó saliva. ç

Se hizo un silencio que apenas rompió la respiración agitada de Pedro. Entonces dijo él:

–Lo siento, estaba haciendo pesas. Por eso estoy así.

O sea que no tenía nada que ver con ella, pensó Paula, y luego preguntó amablemente.

–¿Cómo estás, Pedro? –Las últimas cuatro semanas me han parecido eternas... ¿Estás embarazada?

–Sí –dijo ella.

Hubo otro silencio cargado de tensión.

–¿Tenías idea de decírmelo o no?

–¡Me he enterado hoy mismo!

–Ya, ya. ¿Para cuándo es?

–Para después de Navidad.

 –¿Cómo te sientes?

 –Bien –dijo ella, aunque no era del todo cierto.

–¡Es una respuesta tan reveladora como una página en blanco!

–¿Cómo te sientes, Pedro? –preguntó ella.

–Como si me hubieran desgarrado. Nunca debí aceptar irme a la cama contigo. He sido un imbécil.

¿Y ése era el hombre con el que Sofía le proponía que se casara?

–Bueno, ahora es tarde ya –dijo Paula, y ella misma se sintió una mujer sin corazón–. Cuando nazca el bebé te lo haré saber.

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