miércoles, 29 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 48

Pedro había llamado de antemano a su madre para ir a verla a la mañana siguiente. A pesar de ser un hombre resuelto y conocido por su eficiencia y decisión a la hora de los negocios, no sabía muy bien qué hacer. El jardín de su madre era armonioso y bello, incluso en noviembre. Había sido el trabajo de Paula, pensó, y llamó al timbre.

–¡Qué alegría verte! –Ana lo abrazó y lo hizo pasar–. Llegas con retraso, diría yo, para casarte con esa encantadora joven que diseñó mi jardín, la que está embarazada de mi nieto, ¿No es así? –y enseguida le sirvió una taza de café.

Pedro apoyó la taza sobre el plato con mano temblorosa.

 –¿Cómo...?

–Pepe, tengo más de setenta años, pero no soy tonta. Sospeché que pasaba algo el día de mi cumpleaños cuando se encontraron aquí. Y la noche del concierto lo confirmó. Y si te digo la verdad, no me pareció bien el modo en que te comportaste...

–A mí tampoco –e inclinándose hacia adelante empezó a contarle toda la historia del trato que habían hecho.

–Lo hice por Martina–terminó diciendo para justificarse–. Pero ya no quiero seguir con eso. Quiero casarme con ella, mamá.

Ana, que no solía llorar casi nunca, dijo con lágrimas en los ojos:

–¡Estaba tan preocupada por que tú te culpases por ese terrible accidente el resto de tu vida! ¡Me gustaría mucho tener a Paula por nuera!

–El bebé es un niño. Nacerá a finales de diciembre. Pero Paula no quiere casarse conmigo ni con nadie. Está divorciada y su primer marido la hizo aborrecer el matrimonio.

–Hmmm. Pero no parece indiferente a tí cada vez que los veo juntos. Sofía había dicho lo mismo.

–Lo opuesto a la indiferencia no es necesariamente amor.

–La mujer que arregló mi jardín no creo que tenga nada de mezquina. Estoy segura de que todo irá bien.

Pedro no estaba tan seguro. Pero después de estar en casa de su madre, fue a ver a Paula. No estaba. Fue a su oficina, y encontró a Francisco detrás del mostrador, lo que le hizo sonreír. Francisco  se puso de pie al verlo.

–¡Mira quién está aquí! ¡Paula no está, y no voy a decirte dónde está!

–Déjame decirte algo, Francisco. Estoy enamorado de Paula. Quiero casarme con ella. Sé que me ha llevado mucho tiempo darme cuenta de ello, pero ha sido así. Lamentablemente, ha rechazado casarse conmigo. Quiere tener ese hijo ella sola. Así que ponerme a mí como el villano de la película no es muy justo –desesperado agregó–: Ni siquiera quiere cenar conmigo, ¡Por Dios!

El puño de Francisco se relajó imperceptiblemente.

–¿Estás enamorado de ella? ¿No me engañas?

–¿Por qué no le preguntas por qué no se casa conmigo ni con cualquier otro? Y además pregúntale de quién ha sido la idea de quedar embarazada.

-Probablemente lo haga.

–¿Y ahora, vas a decirme dónde está?

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