viernes, 17 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 22

En ese caso no pensaba repetir la experiencia... Una y otra vez a su mente acudían las imágenes de Paula en la cama, como una pesadilla que se repetía. La abstinencia, parecía ser, ya no le iba bien a él. Y lo peor era que no podía contárselo a nadie. Y menos a su madre. Ella estaría encantada de tener otro nieto... ¿La habría dejado embarazada o no? Lo que estaba claro era que había dejado de ser el hombre que tomaba distancia de la vida. Se sentía dolorosamente vivo otra vez.

Al llegar a su piso, decidió que no iba a esperar más para saber la verdad. Fue hacia el teléfono. Tenía que saber la verdad. No tuvo que mirar el número de Paula. Estaba grabado en su memoria. Al oír la llamada su corazón se aceleró. Imaginó la cocina de ella, donde estaba el teléfono. También había un teléfono en su habitación, recordó. Sonó dos, tres veces. Y entonces saltó el contestador.

–En este momento no podemos atenderlo. Por favor, deje su mensaje al oír la señal. Lo llamaremos a la mayor brevedad posible.

El pronombre plural, sospechó, era una precaución de una mujer que vivía sola. «¿Pero, y qué pasará si conocemos a alguien?», le había dicho ella cuando él le había hablado de sus condiciones. ¿Estaría con otro? Finalmente dejó el mensaje:

–Paula, por favor, llámame a cualquier hora antes de medianoche, hora de Toronto, soy Pedro.

pedro colgó el receptor. ¿Con quién estaría? ¿Dónde diablos estaba?

 Esa tarde Paula había ido a ver a su amiga Sue. La primavera había llegado por fin a Halifax. Las lilas y los tulipanes hacían por fin su aparición entre las rosas del jardín que ella había diseñado para Sofía y su esposo Rafael.

Rafael estaba fuera de la ciudad en viaje de negocios y los niños dormían. Paula se había asegurado de ello antes de ir. Sofía abrió la puerta y le dió un abrazo.

–¡Es una alegría verte, después de todo un día con mis dos pequeños monstruos! Realmente estoy deseosa de tener una conversación con un adulto. ¿Qué tal estás?

Una conversación entre adultos era lo que Sue iba a tener, pensó Cory.

–Estás estupenda, Sofi. La maternidad realmente te sienta bien.

–Por decir eso te daré doble ración de tarta de chocolate. ¿Puedes creer que hoy he tenido tiempo de hacer una tarta? ¿Quieres té?

El pelo de Sofía era una masa de rizos negros cortos, y aunque en sus ojos se veía la sombra del cansancio, se la veía bien, una mujer feliz.

–Sí, me encantaría una taza de té –contestó Paula.

Sofía y Rafael tenían una casa moderna, y la cocina estaba pintada en blanco y negro. Y en la casa había un inconfundible aire de familia. Juguetes, bolígrafos por todos lados, y algunas piezas de madera esculpidas por Sofía. Paula necesitaba hablar. Tal vez porque ella misma no se lo podía creer.

–Estoy embarazada.

–¿Qué?–le dijo Sofía.

 –He ido al médico hoy, y me lo confirmó. Lo espero para finales de diciembre.

 La cara de Sofía era una mezcla de emociones.

 –¿Y te alegra la noticia?

 Con una sonrisa pequeña, Paula contestó:

–Mucho.

Sofía se puso de pie, y abrazó nuevamente a Paula.

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