lunes, 27 de noviembre de 2017

Un Pacto: Capítulo 45

Estaba el contestador. Y en su estrategia no estaba el avisarle de su llegada. Colgó. Miró el periódico y decidió meterse en un cine. Llamaría a Paula al día siguiente por la mañana. Tendría que llamar a su madre también.

Los árboles estaban sin hojas, y el aire era frío. Pedro se cerró la chaqueta de piel. Cory estaría en algún sitio de la ciudad. Y él finalmente había aclarado sus sentimientos. Al llegar al cine había cola. El aire estaba lleno de olor a palomitas de maíz. Las puertas del cine se abrieron. Mientras esperaba para comprar palomitas de maíz, Pedro se dedicó a mirar las caras de la gente que salía. Le gustaba ver en sus rostros cómo les había afectado la película. La gente fue desapareciendo, hasta quedar unos pocos. Entre ellos estaba Paula, con una mujer de pelo negro a su lado. Su corazón dió un respingo. La chica del puesto de palomitas le preguntó:

–¿Qué desea, señor? Perdone, ¿qué desea?

–Lo siento, he cambiado de idea –contestó él, y se quitó de la fila.

Paula no lo había visto. Slade fue detrás de la gente hasta acercarse a ella.

–¡Paula! –le gritó ansioso.

Paula apretó el brazo de Spfía. Conocía esa voz entre miles. Sintió pánico. Era Pedro. Como siempre, parecía más grande y más guapo, pensó ella.

–Hola, Pedro.

Pedro tenía el pelo despeinado, los ojos sonrientes. Y ahora le sonreía con toda la cara.

–¡Estás maravillosa! ¿Cómo te sientes? –Pedro puso las manos sobre sus hombros y le dió un beso en la boca.

Ella sintió la calidez de su mejilla, la seguridad de sus labios. Y luego se separó de ella. Ella hubiera deseado tirar de su chaqueta de piel y besarlo hasta hartarse.

–Esta es Sofía , mi mejor amiga.

Pedro le dió la mano.

–Soy Pedro Alfonso.

Los ojos de Sofía se agrandaron. Y Pedro pensó que seguramente Rafael le habría contado la historia.

–Me he mudado a Halifax por un tiempo. Me hospedo en el Bronston.

–¿Te has venido aquí por un tiempo?

–Sí, llegué esta mañana–y observó la cara de incredulidad de Paula–. Dejenme que las invite a un café –y les sonrió.

–¿Cuánto tiempo vas a estar en Halifax? –preguntó

–Hasta después de Año Nuevo, seguramente.

–Ya...

Es decir que estaría allí cuando naciera el niño, pensó Paula.

–¡Me muero por un té de hierbas! Rafael  está con los niños, así que no tengo prisa hoy. Podemos tomar algo. ¿Te parece bien, Pau?

No, no le parecía bien. Pedro tomó su silencio por consentimiento, y la tomó del codo. Ella estaba furiosa. Furiosa con él. Furiosa con su mejor amiga. ¿Qué se creía él? ¿Que podía aparecer por Halifax cuando le diera la gana y desaparecer como si tal cosa, como si no hubieran pasado dos meses? En cuanto pudiera le dejaría claras las cosas.

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