viernes, 3 de noviembre de 2017

Enemigos: Capítulo 59

–Está bien poder escoger, pero, si ofreces demasiadas cosas, la gente no sabe qué tipo de comida estás sirviendo. Esto es Sicilia. Sirve comida italiana con orgullo. En La Cabaña de la Playa nos apoyamos completamente en los productosde temporada. Compramos el pescado fresco directamente del barco por la mañana y las naranjas son de nuestro huerto.

–Pero nosotros tenemos mayor número de comensales, así que ese grado de flexibilidad no es siempre posible.

–Debería serlo. Lo que no cultivo yo lo consigo de los agricultores locales.Podría hablar con mis proveedores y ver si pueden suministrar más cantidad.

Pedro sirvió café.

–Quiero que mires detenidamente la carta y me hagas sugerencias.

–¿No va a molestarse tu cocinero jefe?

–Lo que me preocupa es el éxito del negocio, y a la larga eso es lo que nos beneficiará a todos –le pasó la taza de café–. Enhorabuena. Acabas de ser nombrada directora chef. Supervisarás la Cabaña de la Playa y el Beach Club.

Paula se rió sin dar crédito.

–Y ahora que trabajas para mí tienes que decirme cómo mejorar los restaurantes. Prueba la comida.

Paula cortó un trozo del caliente y cremoso brioche y examinó la textura antes de darle un mordisco.

–Está bueno. Un poco grasiento tal vez –sintió una profunda satisfacción porque sabía que el suyo era infinitamente superior–. Como estamos casados y me interesa que tengas éxito, compartiré mi receta secreta con tu chef.

–¿Cuándo y dónde aprendiste a cocinar? –quiso saber Pedro.

–Aprendí yo sola. Cuando mi madre se marchó me quedé rodeada de hombres que esperaban que cocinara para ellos. Por suerte me encantaba.Cometí muchos errores y hubo mucha comida que terminó en la basura, pero al cabo de tiempo empecé a hacer muchas cosas bien, y cuando lo conseguía lo apuntaba. ¿Por qué me miras así?

–¿No recibiste formación?

–Por supuesto que no. ¿Cuándo hubiera podido ir a clase? –Paula sirvió leche en la taza de Baltazar–. Me hubiera encantado ir a la universidad, viajar y pasar tiempo con otros chefs, pero nunca tuve esa opción.

–Me sorprende que tu abuelo te dejara llevar el restaurante. Una cosa es cocinar para él y otra dirigir un negocio. Es muy tradicional.

Paula lamentó que Pedro llevara puestas las gafas de sol. Sin mirarle a los ojos no podía saber qué estaba pensando.

–Mi abuela siempre tenía unas cuantas mesas al lado de la orilla. Nada elegante, pero la comida siempre era fresca. Supongo que como ella cocinaba para otros aceptó mejor que yo también lo hiciera. Pero protesta. Cree que he convertido el restaurante en un lugar de moda.

–Has tenido una vida muy difícil –afirmó él con voz pausada–. Perdiste a tus padres y luego a tu hermano, y sin embargo has conseguido mantenerte a flote. Y no solo eso, sino que además tienes un negocio floreciente, un niño felíz y un abuelo más dulce. No has repetido el patrón con el que creciste, has creado el tuyo propio.

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