lunes, 1 de enero de 2024

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 70

 —Paula, amor mío —dijo Pedro, mirando hacia delante.


Paula siguió con la mirada lo que miraba él. Valentina estaba de pie en el puente, dándoles la espalda, pero mirándoles de reojo sobre su hombro, probablemente pensando que no se daban cuenta. Paula sonrió.


—Valen está segura. No creo que se vaya a mover de ahí hasta que no vayamos a por ella.


Pedro sacó algo del bolsillo de sus pantalones; una pequeña bolsita de terciopelo.


—No es un anillo convencional, pero representa mis sueños sobre un futuro contigo.


Entonces sacó el anillo y miró a Paula fijamente.


—Dí que te casarás conmigo, Paula. He esperado tanto tiempo.


A ella se le nubló la mirada y la emoción provocó que se le creara un nudo en la garganta, pero parpadeó para apartar las lágrimas y miró el anillo de oro y nácar.


—Es precioso. Al darle la luz se ven más colores reflejados en él.


—Nuestras vidas serán igual. Serán más ricas a medida que pasemos más tiempo juntos —entonces le puso el anillo y le levantó la barbilla—. No lo has dicho.


—Me casaré contigo —dijo ella, poniéndole la mano sobre el corazón—. ¡Oh, sí, me casaré contigo!


Pedro la abrazó y la besó hasta que ella se derritió en sus brazos y lo deseó con toda su alma. Cuando dejó de besarla, la miró a los ojos y frunció levemente el ceño.


—Estoy acostumbrado a hacer lo que quiero, a estar al mando. A veces tengo que luchar contigo para tener el control.


—A mí también me gusta tener el control, pero estoy aprendiendo que a veces debe ser compartido, o incluso cedido durante un tiempo a otra persona. Ello implica confianza, y yo confío en tí, Pedro —dijo, acariciándole el pecho—. Solías llevar algo aquí, sobre tu corazón.


—Una fotografía de Valentina —dijo él, mirando a su hija—. Desde que se escapó, no quería olvidarme de ella, ni siquiera durante un minuto. Ahora llevo la fotografía en mi cartera. Me he dado cuenta de que ella está en mi corazón todo el tiempo, tanto si tengo recuerdos físicos como si no.


—Tú estás en mi corazón de la misma manera. 


Paula se dió cuenta de que era verdad. Él era el amor de su vida. Siempre lo había sido y siempre lo sería. En su dedo, el anillo brillaba a la luz del sol. Sabía que era un diseño único. Entonces miró al puente y vió que Valentina había desistido de fingir que los estaba ignorando. La pequeña estaba bailando sobre el puente, emocionada.


—Quiero más pequeños como ella —dijo Paula.


Quería darle hermanos a Valentina, el compromiso de una familia, para siempre. 


—Quiero estar contigo a solas. Quizá no para darle esos hermanos a Valen justo ahora, pero te quiero en mis brazos. Quiero quedarme dormido amándote, despertarme a tu lado y amarte de nuevo, saber… Que no va a terminar.


Pedro se detuvo para respirar profundamente.


—Siento haber creído lo peor de tí sobre tu acuerdo con María. Eres muy generosa, y me equivoqué contigo.


—Gracias por reconocerlo. Ambos nos hemos equivocado, pero eso ya es parte del pasado.


Entonces se acercaron a Valentina. Paula sonrió al ver a la pequeña quedarse muy quieta cuando los vió. Le tendió la mano a la niña.


—¿Te importaría si empiezo a ser tu nueva mamma ahora mismo? No estoy segura de que pueda esperar a casarme con tu padre para serlo.


—¡Sí! Vamos a la casa para decirle a Marisa que tengo una nueva mamma —dijo Valentina, emocionada—. ¿Quiere esto decir que tendré hermanos? Me gustaría.


—Es una posibilidad —dijo Pedro, abrazando los hombros de Paula.


—Bien —dijo la pequeña, tomando una mano de cada uno en las suyas y comenzando a dirigirse al sendero por el que habían entrado—. Tenemos que hacer una fiesta. No puede haber un anillo y besos sin una fiesta.


Pedro y Paula sonrieron. ¡Estaban de acuerdo! 

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