lunes, 29 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 53

 —Dormir en el suelo perjudicaría tus lesiones.


—Y el sofá es demasiado incómodo para cualquiera de los dos —dijo Pedro. Paula tenía razón—. Y no te ofrezcas a dormir tú en el suelo porque no pienso consentirlo.


—Si no podemos dormir ni en el suelo ni en el sofá, sólo queda una posibilidad: Que compartamos tu cama —musitó ella. Y tardó una fracción de segundo en asimilar lo que acababa de decir. Miró a Pedro con expresión desconcertada y él sintió que se le aceleraba el corazón al ver la inquietud reflejada en su mirada—. Si es que no te importa.


—Es lo bastante grande como para los dos —¿Si no le importaba dejarle dormir junto a él? Tan cerca que podría tocarla, pero sin tocarla. La deseaba tanto que le dolían los huesos, pero era la única alternativa y Paula parecía dispuesta a aceptarla. Indicando la cama y para tranquilizarla, añadió—: Necesitamos descansar. Mañana veremos qué podemos hacer.


—Tienes razón, debemos dormir —Paula se mordió el labio.


—¿Por qué no bajas y apagas la música y la calefacción? Entretanto me cambiaré y podremos acostarnos —Pedro le dedicó una sonrisa tranquilizadora—. ¿Te parece bien? 


—Su… Supongo que sí —balbuceó ella, irritándose consigo misma por sonar como una virgen de otra era, temerosa de lo que pudiera suceder.


Después de todo, era una virgen contemporánea, y podía tomar sus propias decisiones; y lo peor era que deseaba demasiado lo que podía suceder para su propio bien.


—Volveré en diez minutos —al ver que Pedro asentía, bajó, tomó algunas cazuelas y trató de contener las goteras. Luego se atareó con otras cosas confiando en que él se quedara dormido.


Iban a dormir juntos. Y solos. Todavía se entretuvo un poco más ocupándose de Simba, que no parecía en absoluto afectado por el ambiente húmedo. Cuando no supo qué más inventarse, recogió el pijama y el cepillo de dientes de su dormitorio y fue al de Pedro. Y allí estaba él. En la cama. Desnudo… Al menos de cintura paraarriba. Bajo la tenue luz de una vela, Pedro clavó en ella una mirada sensual.


—Has traído la vela que dejé en tu cuarto de baño —balbuceó ella—. ¡Qué buena idea! Así no dependeremos sólo de la interna. Me cambiaré en seguida —añadió, apretando el pijama contra su pecho de camino al cuarto de baño—. No me esperes despierto. Debes de estar agotado.


Cerró la puerta a su espalda, se apoyó en ella y cerró los ojos mientras intentaba retomar fuerzas y convencerse de que podía hacerlo, de que Pedro y ella podían compartir cama sin que sucediera nada. Se cambió y aseó, y cuando ya no había excusas para prolongar su reclusión en el baño, fue hasta la cama, apagó la linterna, la dejó en el suelo y se metió entre las sábanas sigilosamente, sin ni siquiera mirarlo. Éste cambió de postura. Evidentemente, no estaba dormido. Paula recordó que no habían hecho los ejercicios de rehabilitación del tobillo.


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