viernes, 19 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 35

 —Has elegido muy bien —dijo, mientras pensaba que tenía que ocurrírsele algo para evitar besarla. Decidió que su familia era un tema lo bastante seguro—. Podrías ver a tus hermanas mañana por la mañana, antes de volver al campo —dijo sin conseguir apartar la mirada de las coloreadas mejillas de Paula—. He notado que se mandan mensajes continuamente. Se ve que están muy unidas.


—Es todo un detalle por tu parte —dijo ella, agradecida—. Pero sólo quedaré con ellas si tú me acompañas. Mi trabajo es ocuparme de tí.


A Pedro no se le había pasado por la cabeza esa posibilidad, pero Paula lo miró tan expectante que no pudo negarse.


—Está bien —se sintió en la necesidad de justificarse—: Se supone que tienes que mantenerme entretenido. Nunca he tenido tiempo libre, así que no sé qué hacer con él. Hacer una visita a tu familia será una buena manera de empezar.


—Muy bien —dijo ella, enfriando su entusiasmo al oír la explicación pero recuperándolo cuando Pedro le dedicó una de sus arrebatadoras sonrisas—. Voy a llamarlas. Haré lo posible para que estés ocupado, y estoy segura de que Bella y Carla te gustarán. Son fantásticas.


En el fondo, lo único que Pedro quería hacer era trabajar, tal y como llevaba haciendo desde hacía años. No estaba seguro de poder relajarse mientras estuviera con Paula y siguiera deseándola.


—Queda sobre las diez y media si les va bien a ellas. Así podremos hacer algo de compra por la mañana para que me prepares una de tus saludables sopas.


—¡Qué buena idea! —dijo ella. Y su mirada quedó atrapada en la de él por más tiempo del estrictamente necesario.


Pedro le indicó que usara un teléfono que había junto al sofá. La dulzura y familiaridad con la que Paula habló con su hermana lo emocionó. Nunca le habían interesado especialmente las familias unidas. Siempre había aceptado su propia realidad como modelo de los errores que no quería cometer, y aceptaba que sus madrastras lo llamaran cuando querían algo de él. Eso no significaba que no sintiera afecto hacia ellas, pero claramente no era lo mismo que lo que tenía Paula. Que eso le hiciera reflexionar era lo que sí le desconcertaba. Nunca le había dado importancia y no pensaba empezar a dársela. Ella terminó de hablar. El conejo eligió ese momento para sentarse sobre los cuartos traseros, olisquear el aire, subir y bajar la cabeza y volver a tumbarse a sus pies. Ella soltó una carcajada y, elevándolo, lo puso en su regazo y lo acarició al tiempo que le hablaba con dulzura.


—¡Qué contenta estoy de haberte encontrado, Simba! Eres una joya.


Pedro no supo por qué, pero su actitud acentuó la atracción que Paula ejercía sobre él. 


—La verdad es que se porta muy bien —masculló, mirando a Paula fijamente al tiempo que enumeraba mentalmente todas las razones por las que no debía desearla.


Ella lo miró y ya no pudo apartar la mirada.


—Estás siendo muy bueno con Simba. 


—No sé que te hace pensar eso —dijo Pedro. 


Pero en lo que pensaba era en cuánto le gustaría que Paula lo tratara como estaba tratando al conejo. Quería su dulzura, su alegría y su entusiasmo. Se había propuesto ser un hombre emocionalmente autónomo y hasta aquel momento de su vida lo había conseguido. Sin embargo, no podía dejar de querer todas esas cosas de ella.


No hay comentarios:

Publicar un comentario