miércoles, 3 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 1

 —Aquí es donde se viene a relajar un multimillonario o a recuperarse de un accidente —dijo Paula Chaves al detener el coche delante de la mansión de Pedro Alfonso.


Se trataba de un magnífico edificio de piedra y pizarra con un amplio porche de altos pilares, rodeado de amplios prados con espléndidas flores. Era un lugar muy distinto al ajetreo de Melbourne, pero Paula era muy adaptable y, mirando al conejillo blanco que ocupaba una jaula en el asiento del acompañante, supuso que Alfred preferiría aquel escenario al de la ciudad. Suspiró profundamente. Estaba a punto de dar un primer paso hacia su nueva carrera. Era el primer empleo que le proporcionaba la agencia de colocación. Le habían asignado el cuidado de un hombre y esperaba demostrar su versatilidad para que siguieran empleándola regularmente. Bajó del coche, se estiró el jersey color cereza y los pantalones negros, y fue sonriente hacia la escalinata de entrada.


—¿Eres Paula Chaves, la ayudante personal que solicité a la agencia de empleo? —oyó una voz masculina desde una esquina del porche que quedaba en la penumbra—. Pensaba que serías mayor y menos… Colorida.


¿Le incomodarían las puntas del cabello teñidas de rojo? Paula escudriñó el porche para localizar la voz.


—Soy Paula, pero puede llamarme Pau, señor Alfonso. Pude ver la escayola que le cubría el brazo y la venda que le envolvía el tobillo de la pierna que tenía estirada delante de sí en una incómoda postura. El anuncio solicitaba alguien con habilidades secretariales y domésticas, y le aseguro que yo estoy preparada para ambos tipos de tareas. He estado pensando en cómo ayudarle.


—Para ayudarme, bastará con que hagas lo que te pida y me lleves en coche cuando lo necesite. Eso será todo —replicó él en tono irritado—. No estoy completamente impedido. Sólo tengo un esguince y una brazo roto.


—Me alegro de que tenga una actitud tan positiva —aunque estaba un poco desconcertada, Paula hizo lo posible por sonar animada—. Además, puedo…


—Siéntate, por favor —la interrumpió él sin ofrecer disculpas al tiempo que señalaba una silla frente a sí—. Me alegro de que hayas sido puntual, pero no tengo tiempo para socializar —Paula dió un paso adelante y pudo verlo—. No te pareces nada a como te había imaginado. Pensaba que serías mayor.


Paula prestó atención sólo parcialmente a sus palabras porque estaba entretenida admirándolo. Tenía hombros anchos, cabello oscuro y un rostro de rasgos marcados con unos impresionantes ojos verdes. Debía de estar en la treintena y en su cuerpo no había ni un gramo de grasa.


—Supongo que los dos podremos sobreponernos a la sorpresa —dijo él en tono ácido.


—Seguro que sí —a pesar de su malhumor, resultaba muy atractivo.


Paula sintió que el pulso se le aceleraba, pero prefirió ignorarlo. Se trataba de un desconocido, unos diez años mayor que ella y, para colmo, su jefe. Ella sólo salía con hombres de su entorno y edad, y siempre aclaraba desde el principio que sólo quería pasarlo bien. Si alguna vez la cosa se ponía seria, huía. Quizá en un futuro lejano, aceptaría una relación estable con un hombre corriente, pero sólo si podía controlarla. 

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