miércoles, 17 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 29

Su segunda reacción fue notar que, tocarle, le había provocado una sacudida interior, y tuvo que resignarse a la evidencia de que, por mucho que quisiera negarlo, el beso lo había cambiado todo. ¡No era en eso en lo que debía pensar! Soltó a Pedro. Él la miró a su vez con una extraña intensidad. El recuerdo del beso se reflejó en su mirada fugazmente, antes de que, apretando la mandíbula, se alejara unos pasos de ella.


—Voy a pagar la consulta —fue hasta el mostrador y sacó la cartera.


La secretaria coqueteó con él, pero Pedro no pareció notarlo. Al salir sugirió ir directamente hacia la consulta del fisioterapeuta y picar algo antes de entrar.


—No calculaba que la cita con el doctor Cooper fuera a ser tan larga. 


Y aunque no lo dijo, Paula tuvo la impresión de que tampoco los resultados habían sido los que esperaba. A pesar de la curiosidad y preocupación que sentía, postergó las preguntas hasta que les sirvieron.


—Bueno, ¿Cuál es el veredicto? —preguntó cuando ya no pudo más.


—Los resultados no han mejorado. Ni siquiera me ha bajado la tensión, que para ahora ya debería haber reaccionado a la medicación — dijo él, malhumorado pero también con una nota de ¿Inquietud?—. El médico está convencido que los problemas existían y que el accidente sólo los ha acentuado.


—¿Eso significa que puede deberse a factores genéticos? —preguntó ella con cautela.


—Eso cree el doctor Cooper. No es que piense que pueda sufrir un infarto…


Paula intuyó un «Pero» implícito.


—¿Así que piensa que no debes preocuparte siempre que…?


—Siempre que tome algunas medidas y cuide de mi estado de salud en general —Pedro suspiró profundamente—. Ahora que sé que es algo más que un mal resultado puntual, tengo que asumir el problema —el tono en el que pronunció sus siguientes palabras, demostró que odiaba haberse equivocado—. Siempre me he cuidado. Como bien, no bebo en exceso y me mantengo en forma.


—No hay más que mirarte para saberlo. No tienes ni un gramo de grasa —Paula dió un bocado a su sushi para reprimir cualquier otro comentario halagador.


Pero ya había dicho demasiado y Pedro la miró con ojos brillantes antes de imitarla y concentrarse en su comida.


—¿Qué piensas hacer, Pedro? —dijo ella, intentando dejar a un lado la creciente debilidad que sentía por él. Haría lo que fuera necesario para ayudarle.


Pedro sonrió y la curva que esbozaron sus labios despertó en Paula el deseo de besarlos.


—Está claro que tienes un corazón de oro. Esta mañana estabas furiosa conmigo y ahora no sólo me has perdonado, sino que estás decidida a ayudarme —rompió contacto visual y siguió comiendo en silencio.


Cuando terminó, apartó el plato. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario