miércoles, 24 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 44

 —Ésta es Paula Chaves, mi ayudante durante el periodo de recuperación —dijo él, señalando a Paula, que estaba sentada junto a él en el sofá—. Paula, éstas son Silvia, Diana y Lucrecia, las ex mujeres de mi padre.


Saludaron a Paula con una inclinación de la cabeza.


—¿Te importaría prepararnos uno de tus cafés con cardamomo, Pau? —preguntó Pedro al tiempo que le presionaba el muslo con el suyo—. Y tráenos unas galletas de las que hiciste anoche.


Ella se puso en pie, preocupada por la emoción que le producía que Pedro le hubiera llamado Pau por segunda vez desde que se conocían. Y aunque no quería dejarlo solo, se puso en pie diciéndose que, si les oía discutir, volvería a defenderlo. 


—No tardaré, pero si me necesitas…


—No me tientes —masculló él.


Y Paula se fue precipitadamente, como un conejillo asustado, mientras se recriminaba por dejar que Pedro le afectara de aquella manera. Debía recuperar el control. Tras seguirla con la mirada, él se volvió hacia sus madrastras. Había llegado el momento de poner las cosas en orden.


—Las he sacado de problemas a las tres en numerosas ocasiones — empezó—, pero tienen que comprender que no me corresponde a mí pagar sus deudas y que los bienes de la empresa, como el avión o el yate, no son para uso privado. El trabajo es el trabajo, y el ocio, el ocio. Así que van a tener que aprender a vivir de sus asignaciones.


—Tienes razón.


—Lo sé, cariño. Prometo intentarlo.


—Es lo más justo. No sé en qué estaría pensando cuando te pedí el avión.


Siempre actuaban igual de razonablemente… Hasta la siguiente crisis. Y Pedro siempre daba su brazo a torcer.


—¿Qué les parece si le pido a mi abogado que haga un ingreso adicional en sus cuentas? Además, organizaré una cita con un consultor financiero. Quizá así podamos evitar que esta situación se repita una y otra vez.


Ellas lo miraron con cara de desilusión.


—Es lógico que no quieras tener que ocuparte tú personalmente…


—Yo no necesito un consultor…


—A mí me gusta consultarte a tí.


Paula llegó en aquel momento con el café y las galletas y Pedro sacudió la cabeza, desconcertado, sin saber si su confusión era sólo producto del efecto que su deseable ayudante tenía en él. Sus madrastras, extrañamente abatidas, mordisquearon las galletas con desgana y dejaron el café a un lado.


—Será mejor que nos marchemos —Lucrecia se puso en pie. La luz que había iluminado su rostro al saludar a Pedro originalmente, había desaparecido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario