lunes, 22 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 38

 —Dada la cantidad de coches que hay a la entrada, yo diría que tus hermanas están acompañadas —susurró Pedro al oído de Paula cuando el ama de llaves y niñera de su hermana Bella les hizo pasar.


Pedro había mantenido una actitud… Extraña aquella mañana. Mientras hacían la compra se había mostrado extremadamente amable. Fingiendo una exagerada calma había comprado todos los periódicos y luego se había pasado el camino a casa de Bella refunfuñando con la lectura de la sección de Negocios de la prensa. Por su parte, Paula se había preguntado cómo reaccionaría él si le propusiera mantener una relación casual. Pero, si es que se decidía a hacerlo, antes tendría que estar segura de que eso era lo que quería. Desafortunadamente, no había encontrado respuestas a sus preguntas.


—Tengo la impresión de que también están mis cuñados —comentó, acomodando a Simba en sus brazos.


Entró delante de Pedro en el salón y no le sorprendió que además de Bella y Carla estuvieran sus respectivos maridos, Fernando e Iván, el abuelo de Iván, Enrique, y la hija de Carla e Iván, Abril. Su familia la amaba y querían conocer a su nuevo jefe. A su vez, Paula, aunque no sabía explicar por qué, estaba encantada de tener la oportunidad de mostrar a Pedro cómo era una familia de verdad. Todos se volvieron al oírles entrar y Paula notó que él se tensaba.


—¡Hola! Como ven, Simba, el conejo adoptado, está muy bien —dijo precipitadamente. Tomó aire—. Y éste es mi jefe, Pedro Alfonso.


—¡Qué alegría verte, Paula! ¿Estás bien? —preguntó Bella al tiempo que la abrazaba y le susurraba al oído—: Ya sabes que si no te gusta tu jefe…


—Me encanta mi trabajo —«Y mi jefe». Estrechó a su hermana en un fuerte abrazo y cuando se separaron sonrió—. Todo es muy emocionante.


Bella pareció relajarse, y Paula la presentó a Pedro. Luego siguió con Fernando, el marido de Bella, Carla, Iván, que no quitaba el ojo de su hija, que gateaba a la velocidad de la luz por toda la habitación, y a Enrique Montbank, que estaba sentado en una butaca.  Pedro estrechó la mano de todos ellos sin apartar la otra de la espalda de Paula en un gesto que, aunque comenzaba a hacerse habitual, seguía despertando escalofríos en ella. Como era de esperar, Bella lo notó y, tras mirarlos alternativamente, volvió la mirada a Carla, que también lo había observado. Para evitar un interrogatorio por parte de sus hermanas, Paula tomó la iniciativa de la conversación.


—¿Puedo dejar a Simba en el suelo, o Abril querrá atraparlo? Encontré al pobrecito atado a un poste la noche antes de empezar a trabajar para Pedro. Gracias a Dios, Leonardo tenía una jaula plegable y con la ayuda de otra vecina…


Carla la interrumpió dándole un abrazo.


—Seguro que Abril quiere tocarlo, pero déjalo en el suelo y ya veremos qué pasa.


—Vengan y sientense. El té está listo —Bella los condujo hacia unos sillones, caminando con la elegancia que la había hecho famosa como modelo.


Cuando se sentaron, les ofreció té, café, galletas y bizcocho. 

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