lunes, 22 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 40

Paula creía que se había librado del interrogatorio, pero debía haber sabido que sus hermanas no se dejarían engañar con tanta facilidad; como sabía que aquellas preguntas no eran tan inocentes como aparentaban. Y no tenía sentido que se las dirigieran a Pedro.


—Estoy encantada —dijo, poniéndose en pie con la niña adormecida en sus brazos—. De hecho, es hora de que nos vayamos, ¿Verdad, Pedro? Llevamos comida en el maletero y tenemos que meterla en el frigorífico — explicó a sus hermanas.


Pedro se puso en pie con una expresión inescrutable, pero ella supo que había entendido el velado mensaje de sus hermanas, advirtiéndole de que se portara bien con ella. Paula entregó Abril a Carla y levantó a Simba del suelo.


—He prometido a Pedro cocinar una lasaña vegetal para la cena y me llevará casi toda la tarde prepararla.


—Estoy deseando probarla. Si es tan especial como todo lo que cocinas, será inolvidable —Pedro volvió a posar la mano en su cintura mientras iban hacia la puerta. Continuó en tono sorprendido—. Es curioso, a menudo pido comida en el restaurante al que llamamos anoche, y ésta es la primera vez que todo me ha parecido insípido.


Con ese comentario invocó todo lo que había sucedido la noche anterior y Paula también lo recordó. Ambos guardaron silencio. El mismo que se había hecho entre los demás a la primera mención de las habilidades culinarias de ella.


—No te olvides de llamar —dijo Bella, finalmente.


—Claro. Dame un abrazo —Paula se acercó a ella.


Bella la estrechó con fuerza y le susurró:


—Ya sé que eres toda una adulta, pero si necesitas cualquier cosa o si algo te preocupa… No sé, si…


—Ya lo sé. Yo también te quiero. De verdad que es un buen jefe, Bella —tranquilizó a su hermana—. Sabes que haría cualquier cosa por Carla y por tí —añadió, sin saber muy bien por qué.


—Nosotras estamos perfectamente —Bella se separó de ella y escudriñó su rostro, pero Carla estaba esperando su turno, y le cambió el sitio.


Paula se despidió de su otra hermana con una peculiar emoción y a continuación de sus cuñados y de Enrique. Pedro esperó pacientemente en silencio hasta que, ya fuera, ella sintió que se aliviaba la presión que sentía en el pecho. 


—A veces mis hermanas… Se preocupan demasiado de mí —explicó Paula cuando ya salían de la ciudad—. Espero que no te hayan molestado. Bella ha llegado a interrogar a Leonardo cuando venía a buscarme para salir.


Pedro clavó la mirada en ella. 


—¿Quién es Leonardo?


—El mecánico que vive y trabaja cerca de mi casa —el encantador Leonardo, quien con un poco de suerte por fin había encontrado alguien para compartir su vida—. Ha sido un buen amigo de las tres durante estos años.


—Me encantaría conocerlo —Pedro pareció desconcertado por sus propias palabras. Tras una pausa, añadió—: Quizá soy yo quien debería  preocupar a tus hermanas.


—No sé por qué —aunque habían pasado muchas cosas, ninguna representaba un cambio real en su relación—. Ninguno de los dos queremos compromisos —llevaba dándole vueltas a la idea de tener un affaire, pero algo le decía que resultaría demasiado peligroso. Al menos para ella.


Sus sentimientos, aunque no llegaban a ser profundos, se habían transformado, y había crecido en ella una ternura hacia él de la que debía protegerse.


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