viernes, 19 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 31

 —Por aquí, Pau —la tomó por el brazo para conducirla hacia unan espaciosa sala.


Ella sintió que el corazón le saltaba de alegría al darse cuenta de que por primera vez la llamaba «Pau», y se enfadó consigo misma por reaccionar de una manera tan infantil. Horrorizada, supo que ya no se trataba de una mera atracción, sino que Pedro le gustaba, despertaba su admiración y un profundo deseo de explorar su compleja personalidad, saber qué le hacía ser como era… Y todo ello era un error. Él cerró la puerta de la sala tras de sí. Una mujer de mediana edad que se sentaba tras un escritorio alzó la mirada y sonrió con una mezcla de profesionalidad y simpatía.


—Pedro, me alegro de verte. Los jefes de departamento están esperando en la sala de reuniones.


Hizo una pausa y Pedro señaló a Paula.


—Te presento a Paula Chaves, mi ayudante temporal. Paula, ésta es la señora Mariana Stubbs, mi secretaria. 


—Hola —saludó Paula, que no podía olvidar la mano de Pedro en su espalda. 


Vió que la otra mujer le lanzaba una mirada especulativa. Por su parte, ella decidió que la señora Stubbs tenía aspecto de persona eficiente.


—Faltan dos de ellos, pero han enviado sustitutos —añadió la señora Stubbs al tiempo que tomaba un taquígrafo.


Pedro hizo un gesto con la mano.


—No hace falta que vengas —se acercó a ella y le dió una serie de instrucciones sobre un informe y algo relacionado con su ausencia, que Paula no llegó a entender.


No conseguía concentrase en otra cosa que en lo cerca que lo tenía. Sólo podía pensar en abrazarlo o en ofrecerle un baño relajante. Necesitaba relajarse. Estaba tenso y se notaba que actuaba más por obligación que por deseo propio. Y no era de extrañar. Pedro iba a delegar en sus subalternos por primera vez en su vida. Su secretaria comenzó a teclear a toda velocidad y él guió a Paula hasta la sala de reuniones. Ambos lados de la mesa estaban ocupados y todos los rostros se volvieron hacia ellos. Soph salió de su ensimismamiento y susurró con urgencia:


—¿Tengo que tomar notas? No he traído…


—No tienes que hacer nada —Pedro presionó su espalda antes de dejar caer la mano—. Sólo… Sólo quiero que estés presente —y masculló—: No quiero que te acusen de intentar robar mi coche, así que no podía dejarte en el estacionamiento. 

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