miércoles, 3 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 3

Paula optó por no mencionar a Simba. Tal y como había intuido, tampoco había en el horizonte de aquel hombre una casita con un vallado blanco, y la confirmación le resultó reconfortante.


—Volvamos a hablar de tus funciones —una vez más, Pedro sonó irritable—. Aunque no esté en condiciones de acudir a las obras, pienso seguir cada detalle de la empresa. Mantendré videoconferencias, leeré y responderé el correo, y revisaré los informes de los distintos departamentos —tomó aire—. Tendrás que pasar al ordenador toda mi correspondencia y realizar las tareas que te asigne, incluidos algunos trabajos de documentación.


—Estoy deseando empezar —Paula curvó los labios en una sonrisa con la que esperó transmitir seguridad en sí misma.


—Me alegro de que tengas una actitud tan positiva —dijo él. Y deslizó su mirada por su jersey y su colorido cabello antes de dirigirla hacia su fiel Volkswagen Escarabajo. Arqueando las cejas, preguntó—: ¿También estás preparada para las tareas administrativas?


—Tengo buenos conocimientos de informática y sé usar programas de transcripción —que nunca hubiera tenido que ponerse a prueba profesionalmente no significaba que no pudiera hacerlo.


Se había preparado y necesitaba una oportunidad para demostrarlo. Enumeró las demás habilidades que poseía:


—Sé usar sistemas de clasificación clásicos y de ordenador, y tengo experiencia en organizar citas y atender llamadas —pocos sitios resultaban más estresantes que un salón de belleza—. Y tengo un historial como conductora impecable —añadió, asumiendo que en algún momento tendrían que usar el coche—. Aunque he venido un poco cargada, podré hacer sitio para sus cosas para cuando volvamos a Melbourne.


—Tu coche será enviado a la ciudad. Yo prefiero usar el mío. Lo trajo un chófer.


—Muy bien. Me encanta conducir distintos coches —dijo Paula, aunque nunca había conducido más que su Escarabajo y el viejo descapotable de su cuñado.


—Puedes descargar tus cosas —dijo Pedro, poniéndose en pie y renqueando hacia la puerta principal—. Después, reúnete conmigo en el despacho. Es la habitación a la derecha de la entrada. Tu dormitorio está en el primer piso, la primera puerta a la izquierda —concluyó antes de abrir la puerta. 


Paula dedujo que ése iba a ser su comportamiento. La había contratado y pagaría generosamente para que le ayudara, pero no quería mostrarse inválido ni que lo tratara como si lo estuviera. A ella no le importó. Cuidaría de él sin hacérselo notar, pero no le fallaría.


—¿Has traído el programa de reconocimiento de voz?


Pedro había levantado el pie del suelo porque, evidentemente, le hacía daño apoyar el peso en él.


—Sí, lo recogí ayer por la tarde —Paula escrutó su rostro y reconoció las huellas del cansancio y del dolor. Claro que necesitaba descansar… Y que le cuidaran.


—Tráelo. Si lo instalo, podré mandar correos sin tu ayuda y sin tener que escribir con una sola mano. Tu primera tarea será copiar el dictado que he hecho esta mañana.


¿Apenas habían dado las nueve y ya había estado trabajando?


—Haré lo que le convenga —siempre que le dejara cuidar de sus lesiones. Paula fue hacia el coche—. Le daré el programa y luego descargaré mis cosas.


Tendría que buscar un escondite para Simba hasta que encontrara la oportunidad de hablar de él. Era mejor dedicar las primeras horas a demostrar a su jefe que era una buena empleada. Dentro de la casa sonó el teléfono.


—Ya contesto yo —dijo de inmediato, volviéndose. 

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