viernes, 12 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 20

 —Y yo lo del tuyo. Pero mi situación no es particularmente mala — dijo, haciendo un gesto vago con la mano para quitarle importancia, aunque las palabras de Pedro la habían perturbado.


«Por eso no tengo ningún interés en crear un hogar». Puesto que se había limitado a confirmar lo que ya sospechaba, quiso creer que lo que la entristeció fue imaginar la soledad que le esperaba en el futuro. «¿Y tu futuro?», preguntó una voz interior. «¿Cuándo vas a confiar en el amor?».


—Mis hermanas son todo lo que necesito —dijo en alto. E ignoró cualquier otro pensamiento. 


Imaginó que aquél no era un tema del gusto de Pedro y quiso cambiarlo. Lo que no comprendía era por qué, en lugar de actuar, sólo podía mirarlo y admirar su imponente físico, recordar su torso desnudo tal y como lo había visto la noche anterior, la forma en que su cuerpo había reaccionando ante la visión de…


—¿Perdón?


—Por hoy he hecho todo lo que podía respecto a Beacon's Cove — Pedro introdujo el cambio de tema por ella.


Paula le dió las gracias mentalmente.


—¿Puedo hacer algo para ayudar?


—Me gustaría que crearas una conexión visual en el ordenador. He mandado correos para mantener una reunión en… —Pedro miró el reloj— un cuarto de hora. Primero quiero hablar con los otros departamentos y después tratar Beacon's Cove con dos de mis directivos —explicó cómo funcionaba el vínculo visual y cómo crearlo—. Mientras tanto, iré a cambiarme. Me gusta vestir adecuadamente para mis reuniones.


Paula se quedó sola y tardó algunos minutos en reaccionar. No estaba segura de haber entendido del todo las instrucciones y, tras probar infructuosamente y conectar y enchufar cada clavija y cada enchufe, decidió llamar a su cuñado a Melbourne.


—Iván Barrett —bastó oír su pausada voz para que Paula se tranquilizara.


—Hola, soy Paula. ¿Sabes cómo instalar una conexión visual externa a un ordenador? —explicó lo que había hecho, y cómo no aparecía nada en la pantalla.


 Su cuñado rió quedamente y en treinta segundos había resuelto el problema. Luego le preguntó por su trabajo, cuándo la verían y enumeró los últimas proezas de su hija, incluida la de abrir todas las puertas y tocar todos los botones que quedaban a su altura.


—Es el bebé de nueve meses más inteligente que conozco —concluyó con orgullo de padre.


—Desde luego —dijo Paula riendo. Oyó pasos aproximarse—. Tengo que irme, Iván. Gracias por ayudarme.


—¿Una llamada personal? —preguntó Pedro con expresión inquisitiva. 


—No del todo —con una voz más jadeante de lo que hubiera querido, Paula explicó el motivo de la llamada—. No quería molestarte mientras te vestías, y quería resolverlo para cuando volvieras.


—¿Y ya está? —preguntó él, mirándola fijamente.


—Sí, creo que lo tengo bajo control —dijo Paula, aunque dudaba de poder pensar igual de sí misma. Le había bastado ver lo guapo que estaba Pedro para que el corazón se le acelerara—. ¡Estás… —Impresionante, devastador, súper atractivo… todas esas palabras le pasaron por la mente y la dejaron sin aliento—… muy elegante! —fue lo que terminó diciendo.


Pedro se acercó y pudo ver que se le habían coloreado las mejillas. ¿Por lo que le había dicho, porque le había leído el pensamiento? Tenía que impedir que él se diera cuenta de cuánto la alteraba. 

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