miércoles, 31 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 59

Lucrecia los observó antes de mirar por la ventanilla. Paula apretó las manos con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos. Pedro le tomó una de ellas y la sujetó con firmeza cuando ella hizo ademán de retirarla.



—No tardaremos en llegar a Melbourne. Estamos seguros —dijo.


—No tengo miedo —dijo ella alzando la barbilla con gesto decidido.


Y Pedro se preguntó cuántas veces en la vida habría adoptado esa actitud. Miró hacia fuera y vió que sobrevolaban Melbourne. Necesitaba encontrar una manera de mantenerla a su lado y al mismo tiempo evitar el tipo de error que había arrastrado a su padre a tantos fracasos emocionales. No era posible. Por más que lo intentara, acabaría haciéndole daño. Y no podía consentirlo. Pronto estaban aterrizando. Lucrecia tenía su coche esperándola y había alquilado otro para que llevara a Pedro a su casa.


—Tranquilo, Pedro. Sólo queríamos asegurarnos de que estabas sano y salvo. Ahora debes descansar —dijo Lucrecia. Y se marchó sin esperar a que le diera las gracias.


Cuando llegaron a casa, Paula llevó a Simba al jardín.


—Te has portado muy bien con él —dijo, al volver al salón, mirando a Pedro con dulzura—. Y conmigo. Era la primera vez que subía a un helicóptero. No sabía si me iba a marear y no quería ser una molestia. Se supone que soy yo quien ha de cuidar de tí.


—Y lo estás haciendo muy bien —sólo que Pedro quería más de ella.


La idea de compartir la casa con Paula sin poder tocarla le resultaba insoportable, pero no había otra solución.


—Voy a preparar una lista y a hacer una compra. Como estamos sin coche, tomaré un taxi —dijo Paula sin mirarlo—. Mientras tanto, tú puedes organizar las reparaciones precisas en tu casa.


Pedro aceptó la sugerencia. Cuando Paula volvió, guardó la compra mientras él acababa de hablar por teléfono.


—Tu casa de campo es maravillosa, pero tengo que reconocer que me encanta estar de vuelta en la ciudad —dijo Paula mientras le ayudaba con los ejercicios de rehabilitación, probablemente para distraerse de su proximidad física. Tras una pausa, preguntó—: ¿Qué tal notas el tobillo?


—Mejor —Pedro estaba seguro de que el médico lo confirmaría, igual que respecto a sus niveles de estrés. Lo que no sabía era qué efecto tendría en su salud la marcha de Paula—. No has disfrutado de ningún día libre desde que trabajas para mí. Quiero que veas a tus hermanas, o que vayas de compras. 

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