miércoles, 31 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 57

 —No hace falta que digas nada —Paula miró de soslayo a Pedro al tiempo que le ponía una bandeja en las rodillas con el desayuno.


Mientras él dormía y ella preparaba el desayuno para llevárselo a la cama, Paula había decidido lo que tenía que decir y cómo lo diría, pero en ese momento le fallaban las palabras. Habían compartido tantas cosas la noche anterior que no había sabido medir cuan profundamente iba a sentirse afectada. Y aunque no podía analizar lo que significaba, tenía la certeza de que, si esa intimidad se repetía, estaría arriesgando demasiado. Ella estaba allí para hacer un trabajo. Cuando concluyera, acudiría al siguiente puesto que le asignara su agencia. Tenía que alcanzar cierto grado de distancia emocional. Todo lo contrario de lo que había pasado la noche anterior.


—Estoy segura de que coincides conmigo —dijo, aunque no tenía ni idea de lo que Pedro pensaba.


Estaban sentados en la cama. Pedro tomaba café y mantenía una expresión inescrutable en la que refulgían sus brillantes ojos verdes.


—Continuaremos como hasta ahora; no espero nada —hizo una pausa—. Quiero darte las gracias por… Lo que pasó. Supongo que… Hemos satisfecho nuestra curiosidad…


—Yo creo que pasó mucho más que eso —dijo él con el ceño fruncido y una mirada que la hizo estremecer.


—Sí, claro… Pero no fue más que un impulso —dijo ella, bajando la mirada hacia la bandeja del desayuno.


—Yo no estoy tan seguro —dijo Pedro, dejando el tenedor bruscamente sobre el plato.


—Por favor, no te ofendas —dijo Paula con un hilo de voz. Luego, elevando el tono, añadió—: Sólo me he adelantado a decir lo que habrías dicho tú.


—¿Y eso cómo lo sabes? —Pedro parecía querer gritar de rabia, pero Paula no podía creer que estuviera enfadado.


—Porque sé que no quieres compromisos y porque debemos mantener una relación profesional. Así que es mejor que la noche pasada no se repita.


—¿Así que quieres acabarlo aquí y ahora? —dijo él, quemándola con la mirada.


—Sí. Pienso que los dos estamos de acuerdo.


Paula empezaba a perder el control. Quizá había sobreestimado su habilidad para fingir, para actuar como una mujer sofisticada que sabía lo que quería. Tal vez no había sido una buena idea volver al dormitorio, llevar el desayuno a la cama. Con cada minuto que pasaba, más deseaba que Pedro la contradijera.


—Tienes razón, Paula —Pedro asió la taza con fuerza—. Lo mejor es que esto acabe aquí y ahora.


—Me alegro. Sabía que llegaríamos a un acuerdo —dijo ella, levantándose para huir de la desesperación que sentía y del impulso de echarse en la cama y sollozar—. Debo sacar a Simba al jardín y supongo que tú querrás un baño.


Se había dado cuenta demasiado tarde de que nunca se saciaría de Pedro, y la fingida calma y sofisticación estaba a punto de abandonarla.


—Yo me ducharé en mi cuarto de baño.


Y con esas palabras salió precipitadamente del dormitorio. 

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