viernes, 12 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 17

Había recriminado a Paula su comportamiento y, con ello, había recuperado el control de la situación. Su tono sarcástico y severo había aniquilado cualquier atracción que pudieran sentir… Tuvo que reprimir un gemido al no poder evitar la pregunta:


—¿Qué hay para desayunar? Tengo hambre. Creo que la cabeza me va a explotar. Ya que pareces convencida de que no debo ponerme la férula con una sola mano, la he bajado para que lo hagas tú.


—Así me gusta. Debes hacer lo posible por recuperarte —Paula se arrodilló y le ató la férula con movimientos rápidos e impersonales, mientras sus ojos de caramelo se posaban se concentraban en cualquier parte de Pedro menos en sus ojos—. Otra lazada y quedará perfectamente ajustada —dijo, acompañando las acciones con palabras. 


En cuestión de segundos, Paula se incorporaría y Pedro no podría seguir aspirando su perfume ni tocarle la cabeza… Su mano se independizó de su mente. Al menos ésa era la única manera de explicar el hecho de que la alargara hacia el sedoso cabello de la cabeza que se inclinaba ante él y lo acariciara con tanta delicadeza que ella ni siquiera lo notó. Pero él sí. Y reaccionó a aquel roce con una emoción que no fue capaz de interpretar, pero que, si hubiera tenido que ponerle un nombre, habría sido «Ternura». Retiró la mano como si se hubiera quemado y se reclinó en el respaldo de la silla para poner distancia entre ellos.


—¿Está bien así? —dijo ella, alzando la mirada.


—Sí —replicó Pedro… Aquellos ojos como dos estanques de caramelo, labios tentadores…


Paula le dedicó una luminosa sonrisa y fue a terminar el desayuno.


—Aquí está —anunció al dejar un cuenco delante de él con una pasta marrón sobre la que había un plátano con un peculiar aspecto. Luego volvió con dos tazas de las que salía un perfumado aroma—. Cinco cereales con plátano caramelizado y una mezcla especial de café descafeinado con unos granos de cardamomo. Espero que te guste.


—Suelo tomar tostada o una barra de cereales —gruñó Pedro. Y aunque el médico había aconsejado que dejara el café, siempre desayunaba café—. Nunca me han gustado los sucedáneos.


Paula pasó por alto el comentario y dió un sorbo al suyo. La expresión de placer que puso hizo que Pedro se tensara y tuviera que apartar la mirada.


—Lo beberé cuando esté trabajando —sólo cedería temporalmente. Seguiría insistiendo en tomar café de verdad.


Probó los cereales con el plátano y tuvo que reconocer que estaba bueno, pero no hizo ningún comentario. Comieron en silencio.


—Empezaré a trabajar mientras tú recoges —dijo, poniéndose en pie con la taza en la mano.


Paula le imitó y señaló su tobillo.


—Tardaré cinco minutos y luego te ayudaré con los ejercicios. He encontrado un aceite en mi neceser que te resultará agradable sobre la piel y ayudará a relajarte los músculos. 

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