viernes, 12 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 19

Pedro suspiró y alzó la voz:


—Cuando acabes con esa cinta quiero que accedas a Internet y busques… —dictó una lista, se aseguró de que Paula la escribía y continuó trabajando en la firma del acuerdo que estaba en peligro.


Cuanto más trabajaba en él, más culpable se sentía Paula.


—¿Te he creado algún problema por haber desconectado ayer el teléfono? —preguntó en una de las pocas pausas que Pedro hizo entre una llamada y otra.


Pedro clavó la mirada en ella y por unos segundos la observó con expresión distraída. Luego sacudió la cabeza.


—El proyecto de Beacon's Cove ha sido problemático desde el principio —dulcificó su gesto—. Así que no te preocupes. Sé que lo hiciste con la mejor de las intenciones.


Su amabilidad despertó un deseo de sincerarse por parte de Paula.


—A veces actúo precipitadamente.


—¿De verdad? —bromeó él. Y volvió al trabajo.


Paula se relajó parcialmente, al menos tanto como podía teniendo a un suavizado Pedro a su lado, y se preguntó cuánto duraría ese comportamiento y si acabaría gustándole tanto como la versión gruñona. No volvieron a hablar hasta un rato más tarde.


—¿Te importa recoger de la impresora un par de hojas y mandarlas por fax? —preguntó Pedro al tiempo que acomodaba el pie en el almohadón.


Paula asintió y fue al otro lado de la habitación. Estaba mandando el fax cuando sonó el teléfono.


—Alfonso —contestó Pedro en persona.


Paula asumió que sería una nueva llamada relacionada con Beacon's Cove, pero al escuchar, dedujo que estaba equivocada.


—Tienes una generosa asignación, Lucrecia. Ya te he explicado cómo administrarla —Pedro sonó frustrado y paciente a un tiempo y Paula creyó percibir cierta tristeza en su rostro.


Esa impresión la impulsó a ir hacia él aun sin saber qué iba a hacer cuando llegara a su lado. 


—Si estás en dificultades —continuó él—, vende parte de lo que compraste y usa el dinero para pagar deudas.


Hubo una breve pausa durante la cual Paula removió unos papeles sin saber si acercarlos al escritorio de Pedro o si salir de la habitación para darle una mayor privacidad.


—Bueno. Ahora que estamos de acuerdo —dijo él al continuar—, podemos hablar en otro momento. Gracias por preguntar qué tal me encuentro. Adiós, Lucrecia —colgó el teléfono y se masajeó la nuca.


No tenía sentido actuar como si nada.


—¿Me equivoco o una de tus madrastras gasta demasiado dinero?


—Todas ellas —dijo él con más cansancio que rencor—. Mi padre lo consintió y les dejó unas generosas sumas al divorciarse y al morir. Pero no saben administrarse.


—No puedo ni imaginar qué se siente teniendo tres madres —Paula no tenía un recuerdo particularmente bueno de su única experiencia—. Mis hermanas y yo sólo tuvimos una y no tenía demasiados instintos maternales. Ella y mi padre nos abandonaron cuando yo todavía estaba en el colegio.


—En realidad mi padre se casó cuatro veces —Pedro se encogió de hombros con fingida indiferencia—. Mi madre murió cuando yo tenía cinco años. Apenas la recuerdo. Por eso no tengo ningún interés en crear un hogar —hizo una pausa y suspiró—. Lamento lo de tu pasado familiar.


Paula vió que era sincero, pero también tuvo la impresión de que se trataba de una advertencia. 

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