miércoles, 10 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 14

 —Es manzanilla —con un poco de suerte, Pedro dormiría toda la noche de un tirón. Con un poco de suerte, no se daría cuenta de que, con sólo rozarla, hacía que flaqueara su determinación de no fijarse en él como hombre—. Pero si te duele algo, debes decírmelo. ¿Tienes analgésicos? Te traeré agua…


—Me molesta el tobillo —dijo Pedro. Y bajó los párpados al tiempo que probaba la infusión con un encogimiento de hombros. El movimiento llamó la atención de Paula sobre esa parte de su anatomía en la que se esforzaba en no pensar con todas sus fuerzas—. Nada más.


—Me alegro de que sólo tengas molestias. ¡Por cierto, he olvidado parte de mi… Maletín de primeros auxilios, de lo que pensaba traer! Bebe la manzanilla y enseguida vuelvo —fue al otro lado del descansillo y volvió con un almohadón en forma de corazón—. Mi hermana Carla jura que esto le salvó la vida durante el embarazo. Seguro que es perfecto para tu tobillo.


—No creo que un colorido almohadón vaya a servir de nada —Pedro le lanzó una mirada de espanto.


Aquella expresión ayudó a Paula a relajarse ya que era su habitual gesto enfurruñado. Sin embargo, cuando Pedro alzó la mirada hacia ella había en sus ojos una intensidad y una curiosidad que volvieron a desconcertarla.


—Deberías marcharte —dijo él.


—Sólo… 


Ambos callaron. Paula levantó las sábanas para meter el almohadón bajo el pie de Pedro. Consiguió disimular el temblor de sus manos y al incorporarse, disimuló su turbación con un tono falsamente animado.


—Tampoco es tan colorido, aunque admito que el amarillo es un poco chillón. Lo compré a juego con el coche.


—Entiendo. Pero tú sí eres colorida —Pedro dejó la taza vacía en la mesilla, junto al incensario. El aroma a bosque los envolvía—. Pelo de colores, jerséis coloridos, una sonrisa resplandeciente que hace desear a un hombre que…


No terminó la frase. Con la mirada velada, señaló con gesto débil el ordenador portátil que tenía contra la pared.


—Ve a descansar. Eres muy joven y debes de estar exhausta. Si no te importa, ahora que ya estoy instalado…


—No me importa en absoluto —Paula sabía que quería que le diera el ordenador para seguir trabajando. 


También quería que saliera de su dormitorio porque no la deseaba… En el fondo no la deseaba, o al menos no la deseaba racionalmente. También ella quería acabar con aquella confusión. Y Pedro acababa de decirle que era una niña. Entornó los ojos y estuvo a punto de protestar, pero cambió de opinión porque en realidad él no la miraba como si la considerara inmadura; un pensamiento que no contribuyó a aquietar sus pensamientos. Se separó de la cama y tomó el ordenador.


—La vela se apagará en una hora, así que no debes preocuparte. Estaré un rato en el piso de abajo. Si necesitas algo, llámame.


Tomó la bandeja vacía en una mano, el ordenador en otra, y fue hasta la puerta lo bastante deprisa como para no darle tiempo a darse cuenta de lo que pensaba hacer. Apagó la luz con la punta de los dedos y salió. 

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