lunes, 8 de enero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 9

Poco a poco emergió la imagen de una familia unida. Dos hermanas mayores, una con una hija adoptada, la otra con un bebé de nueve meses, llamada Abril. Los maridos respectivos. También un abuelo al que todas parecían adorar. A Pedro le costaba imaginar qué se sentiría al formar parte de una familia así. Notó que Paula dejaba de hablar y que le había soltado el tobillo.


—¿Ya has acabado? —había conseguido distraerlo mientras realizaba el número necesario de estiramientos y no habían sido interrumpidos en todo el rato. Casi se sentía relajado, incluso un poco adormecido.


El doctor Cooper estaría encantado.


Pedro apartó aquel sarcástico pensamiento. Tenía que concentrarse.


—Es increíble que el teléfono no haya sonado.


—Puede que lo haya hecho, pero cuando he ido a preparar la comida he conectado el modo «Silencio» para desviarlo al contestador —dijo ella sin alzar la cabeza mientras doblaba el trapo.


Pedro casi dió un salto.


—Tengo que saber quién llama en cada momento —se inclinó hacia delante y la miró con severidad—. Podría haber algo urgente. Estoy pendiente de un negocio en el que puedo perder tres millones de dólares. 


Paula lo miró angustiada.


—Lo siento. Pensaba que el almuerzo debía ser tiempo de descanso. Ahora mismo escucho los mensajes.


Paula tenía el mismo gesto que cuando había esperado expectante a saber si le gustaba la sopa y, por una fracción de segundo, Pedro tuvo la tentación de borrar su inquietud con un beso. Quizá su rostro reflejó algo de lo que sentía, porque la mirada de ella pasó de la incertidumbre a la curiosidad. Instintivamente, se inclinó hacia ella y Paula copió su movimiento antes de detenerse bruscamente.


—Primero pondré el café. Está preparado, así que no tengo más que ponerlo al fuego —se separó de él y sólo volvió a hablar cuando hubo varios metros de distancia entre ellos—. ¿O no quieres café?


—Una taza —olvidaría el consejo del médico—. Corto y con mucha leche —Pedro se empeñó en apartar otros deseos de su mente y los atribuyó al aire fresco, del que en realidad apenas había respirado algunas bocanadas al esperar a Paula en el porche.


Cualquiera que fuera la razón de su comportamiento, había llegado la hora de que su mente dominara sus instintos. Paula Chaves no era alguien con quien tontear.


—Podrías echar una siesta antes de volver al trabajo —dijo ella, que parecía haber quedado atrapada por su mirada.


—Intento apoyarme lo menos posible en el pie, y esta noche me acostaré temprano —ésas eran todas las concesiones que pensaba hacer.


Paula suspiró con resignación.


—Muy bien. Traeré el café.


Paula no quería irritar a su jefe, sino ayudarle en su recuperación, pero él no estaba dispuesto a facilitarle la tarea. Y tampoco la forma en que su proximidad la hacía reaccionar.


—¿Descansas bien por la noche? —intentó no invocar una imagen de Pedro en la gran cama que había entrevisto en un dormitorio.


Pedro sacudió la cabeza, aunque no quedó claro si contestando la pregunta o rechazando el interrogatorio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario