viernes, 16 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 57

 –El padre de Pablo no estaba de acuerdo con una de mis decisiones. Pero no te preocupes, ya lo he solucionado.


–¿Seguro que no quieres que le dé una paliza? –bromeó Pedro.


–Suena tentador, pero seguramente sería un mal ejemplo para Thiago.


Pedro volvió a su asiento y Paula aprovechó para admirar su trasero. Definitivamente, aquel hombre había nacido para llevar pantalones vaqueros. Por desgracia, no había manera de contagiar su alegría a los niños. Las Tortugas Marinas iban perdiendo por ocho goles, una derrota particularmente dura ya que era su primer partido oficial. A pesar de decirles una y otra vez que se sentía orgullosa, la mitad del equipo parecía a punto de llorar. Irónicamente, Joaquín no era uno de ellos.


–Estoy segura de que la semana que viene lo haremos mejor – insistió, al acabar el partido–. El viernes tenemos el segundo partido, pero recuerden que lo importante no es el marcador sino pasarlo bien y darlo todo.


–¿Cómo vamos a pasarlo bien si perdemos? –le espetó Pablo.


La réplica que se le ocurría no era adecuada para un niño de seis años, de modo que no prefirió no decir nada. Pero Thiago no podía disimular su tristeza y Paula hizo lo único que podía hacer en esas circunstancias.


–¿Te apetece tomar un helado?


Como Damián se iba de viaje al día siguiente, Florencia y él se marcharon a casa a preparar las maletas, pero Paula, Pedro, Isabella y Thiago fueron a una heladería. El niño pidió un banana split y, cinco minutos después, con chocolate, nata y fresa por toda la cara, había olvidado su tristeza.


–¿Te sientes un poco mejor, cielo?


–Sí –respondió el niño–. Pero nuestro equipo es un asco.


Paula suspiró. No estaba logrando que entendieran que ganar no era lo más importante, pero lo último que quería era educar a un niño que fuera tan competitivo como Pablo.


–Lo importante no es quién dé mejores patadas o quién corra más –intervino Pedro–. Lo importante es ser parte del equipo. Es un privilegio.


Thiago lo miró, sorprendido.


–Pero…


–Yo solía jugar al fútbol y no recuerdo cuántos partidos perdimos o ganamos, pero sí recuerdo el nombre de todos mis compañeros. Eran mis amigos y los echo de menos. Cuando te haces mayor, no siempre tienes tantos amigos, gente que te apoya y celebra las victorias contigo. Si crees que tu equipo debería ganar, tienes que hacer todo lo posible para que así sea… Animarlos y entrenar mucho. ¿Crees que puedes hacerlo?


Thiago tragó saliva.


–Sí.


–Muy bien –Pedro sonrió mientras le revolvía el pelo–. Entonces, termina tu helado antes de que se derrita. Mañana hay que ir al colegio.


Paula sonrió, impresionada. No había muchos hombres que pudieran ser estupendos en una excursión de pesca y, a la vez, supieran disciplinar a un niño sin gritar, enfadarse o mostrarse condescendiente. A través del estéreo sonaba una canción de Elvis Presley e Isabella, animada, empezó a mover las piernecitas en el moisés.


–Ah, mira, le gusta bailar –Paula se inclinó para besar a su sobrina.


Thiago miraba su helado, pensativo.

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