lunes, 19 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 65

 –No sé si lo he pensado bien.


–¿Qué ocurre?


–Todo eso que hablamos en el estacionamiento de la heladería… Ya sabes que no tengo ritmo o coordinación. Me gustan los bailes lentos y esta canción es demasiado rápida para lo que yo tenía en mente.


–Eso puede arreglarse. Dame un segundo.


Paula soltó su mano y se dirigió a la orquesta, que de inmediato empezó a tocar una balada.


–¿Qué les has dicho?


–Que la novia había pedido una canción romántica.


Pedro rió mientras la tomaba entre sus brazos, besándola antes de empezar a moverse con la música. El material del vestido se pegaba a su cuerpo y, de repente, pensó que parecían hechos el uno para el otro. Paula era perfecta para él, pero bailar con ella hacía que deseara estar más cerca. Mucho más cerca.


–Paula…


–Podríamos ir a mi casa –sugirió ella tímidamente–. Los niños están con Florencia.


El pulso de Pedro se aceleró. Paula sentía lo mismo que él.


–O podríamos ir a la mía. Nunca has estado allí –le dijo–. Además, yo vivo más cerca.


Ella asintió con la cabeza.


–¿Entonces qué hacemos aquí?




Había mucho que admirar en la casa de Pedro, pero Paula no estaba pensando en el estilo colonial, en los altos techos o en la piscina con jacuzzi, visible desde los ventanales del salón, sino en ropa interior. Mientras se vestía para la fiesta había pensado ponerse un sujetador con relleno o una de esas fajas que disimulaban la tripa. No lo había hecho y se alegraba porque se habría sentido ridícula. Llevaba un sencillo conjunto de encaje azul… Y esperaba que a Pedro le gustase. Él se quitó la chaqueta y empezó a aflojar el nudo de su corbata.


–¿Quieres beber algo?


–No, gracias –Paula no podía dejar de mirar sus manos mientras se quitaba la corbata y la tiraba sobre el respaldo de una silla, sobre la chaqueta. 


En su cerebro, ya estaba desnudando a Pedro y él a ella. Pedro tocándola…


–Ahora que lo pienso, me vendría bien un vaso de agua.


Él fue lo bastante caballeroso como para no decir nada sobre el repentino cambio de opinión.


–Ahora mismo.


Paula lo siguió con la mirada mientras sacaba una botella de la nevera. Sus dedos se rozaron cuando le ofreció el vaso.


–Aquí tienes.


Paula se lo bebió de un trago.


–Gracias.


–Tenías sed, ¿Eh?


–Es que empieza a hacer calor…


Pedro le quitó el vaso de la mano y lo dejó sobre la encimera. La casa estaba en silencio, salvo por el tic tac de un reloj de pared que podría ser su corazón.


–¿Quieres que te enseñe la casa?


Ella negó con la cabeza, tan excitada por su proximidad que incluso el roce de su mano la hacía temblar.


–Más tarde.


Mucho más tarde.


Sus bocas se encontraron en un beso ardiente, sus lenguas bailando hasta que los dos estaban sin respiración. Pedro mordió suavemente su labio inferior mientras la tomaba por la cintura y Paula casi se sorprendió al ver que lo había agarrado por la pechera de la camisa.

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