viernes, 9 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 43

 –Tú y yo vamos a pescar muchos peces –intervino Pedro–. Muchos más que tu tía Paula.


Ella arqueó una ceja.


–Thiago, dile a Pedro que tu tía va a pescar el doble de peces que él.


–Da igual quién pesque más, el resultado será el mismo: pescado para cenar.


Paula terminó de poner el cebo en su anzuelo y se volvió hacia Pedro.


–¿Recuerdas esa gran cena que estabas planeando?


–¿He dicho «Cena»? Quería decir «Primer plato».


Paula lanzó la caña, riendo.


–Juntos no podríamos pescar lo suficiente para un aperitivo.


–El día no ha terminado aún. Aún tenemos… ¿Quince minutos? Jason les había dicho que debían volver al muelle no más tarde de las cinco porque debía acudir a una cena.


–Claro, qué boba, debería descontar la enorme cantidad de peces que vamos a pescar en estos quince minutos –bromeó Paula.


–Al menos tu sobrino lo está pasando bien –Pedro miró a Thiago, que estaba lanzando su caña.


–Sí, es verdad.


El niño aún no era capaz de meterse en el agua, pero parecía relajado y estaba pasándolo en grande. Paula sabía que esa excursión estaba siendo terapéutica para él y sospechaba que convencerlo para que se metiera en la piscina del apartamento ya no sería tan difícil.


–¿Cuántos ha pescado ya, seis?


–Siete.


Thiago había pescado varios peces, pero eran tan pequeños que los habían devuelto al mar y, afortunadamente, al niño no pareció importarle.


–Le prometí que cenaría pescado –dijo Pedro–. Y como parece que no vamos a pescar nada, deja que os invite a cenar. Conozco un sitio estupendo cerca de tu departamento.


Paula se alegró de haber guardado un cambio de ropa en labolsa.


–Me parece muy bien.


En realidad, prefería cenar en un restaurante. Pescar era divertido, pero la idea de tener que sacarle las tripas al pescado antes de cocinarlo… No, imposible. Además, cenar con Pedro le parecía el final perfecto para aquel día… Mientras pudiese permanecer despierta. En aquel momento, una copa de vino la echaría en los brazos de Morfeo. El sonido del mar y el suave balanceo del barco le estaban provocando una somnolencia incontenible y solo la risa de su sobrino hacía que permaneciese despierta. Si Tanner estuviera más callado tal vez habrían pescado algo, pero se alegraba tanto de verlo reír y charlotear que no cambiaría aquello por nada del mundo. Ni Pedro ni ella pescaron nada en esos quince minutos, como era de esperar, y Jason anunció que volvían al muelle.


–Thiago, ¿Quieres ayudarme? –le ofreció el generoso capitán–. Te enseñaré cómo hacerlo.


El niño corrió hacia él y Paula tuvo que disimular su emoción.


–¿Estás bien? –le preguntó Pedro.


Las palabras no parecían adecuadas para explicar lo que sentía, de modo que Paula lo abrazó. Y, después de una pequeña vacilación, él le devolvió el abrazo.


–Gracias –susurró Paula–. Por todo.


Incluso por cómo la hacía sentir. Aunque seguía cuestionando si la atracción que sentía por él era sensata, se sentía viva y llena de esperanza. No podía lamentar eso. Era una tragedia que su hermano hubiese muerto tan joven y no sería justo mantenerse alejada del mundo, demasiado cauta como para buscar una felicidad a la que tenía derecho.

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