lunes, 26 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Epílogo

 –¿Qué tal el entrenamiento? –el rostro de Paula Alfonso se iluminó cuando su marido entró en el espacioso salón con Isabella en brazos. 


A través de los ventanales de la casa, el sol de Texas empezaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos rosas y anaranjados. Pedro esbozó la misma sonrisa que el día que contrajeron matrimonio; esa sonrisa que le aceleraba el corazón.


–Muy bien –respondió–. Thiago está emocionado porque el sábado será el portero –Pedro dejó a Isabella en el suelo para que fuese gateando hacia Paula, que estaba sentada en el sofá.


–¡Mamá!


–Hola, cariño –ella sonrió, tomándola en brazos–. ¿Y dónde está Thiago, por cierto?


–En la cocina. Dice que está muerto de hambre… Incluso se ha levantado la camiseta para que viera que se le marcan las costillas. Según él, está famélico.


Paula soltó una carcajada.


–Sí, es asombroso que no esté en los huesos con la poca comida que le damos.


–Bueno, ¿Cómo estás tú? –le preguntó Pedro, en sus ojos verdes un brillo de preocupación–. ¿Te encuentras mejor? Me sorprendió que llamaras para que me hiciese cargo del entrenamiento. Nunca te habías perdido ninguno, entrenadora.


–Me pondré bien –respondió ella, las lágrimas a punto de asomar a sus ojos–. Aunque tengo una cita con el médico mañana a primera hora.


–¿Crees que es ese virus estomacal que ronda por el colegio?


–¡Caca! –anunció Isabella entonces.


Pedro tomó a la niña en brazos para llevarla al cuarto de baño y volvió después, sacudiendo la cabeza.


–Falsa alarma, pero al menos está mostrando interés por ir al baño. Los pañales desaparecerán de nuestras vidas muy pronto.


Paula soltó una risita.


–Tal vez no tan pronto como crees.


–¿Por qué?


–Ya sabes que llevo algún tiempo intentando convencerte para que contratemos a Pilar…


El año anterior, Paula había dejado su trabajo para ayudar a Pedro a ampliar su asesoría y, cuando mencionó a Pilar, él había puesto la misma cara de susto que en ese momento.


–Venga ya, no es tan mala. Solo tienes que conocerla mejor. Además, puede que pronto me des las gracias por la sugerencia.


–¿Por qué?


–Va a necesitar ayuda cuando yo tenga que pedir la baja por maternidad, señor Alfonso.


Él la miró con los ojos como platos y luego a su abdomen, como si pudiera ver la vida que estaba creciendo allí. Paula lo había sospechado durante los últimos días y se había hecho la última prueba mientras el resto de la familia estaba en el entrenamiento. La confirmación del médico al día siguiente sería una mera formalidad, pero entonces podrían compartir la noticia con Ana, que era una abuela fantástica, y con sus mejores amigos.


–¿Estás segura? ¿Vamos a tener…?


Ella asintió con la cabeza, demasiado emocionada como para articular palabra. Pero cuando por fin pudo calmarse un poco, le preguntó:


–¿Qué te parecería añadir otro jugador al equipo?


Pedro le tomó la cara entre las manos, inclinándose para besarla.


–Me parece muy bien –respondió–. Somos el mejor equipo del mundo.







FIN

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