viernes, 9 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 45

 –No, qué va. Pero mi amiga Florencia hizo uno hace un par de años y volvió contándome todo tipo de historias –respondió. Incluidos sus flirteos con el monitor de windsurf, pero esa no era una conversación para menores de edad–. Si quieres que te diga la verdad, no viajo mucho. Solo he estado fuera de Texas en un par de ocasiones. ¿Y tú?


–En los últimos años he viajado muchísimo –respondió Pedro–. Mi amigo Juan Manuel  siempre dice que tengo suerte, pero la verdad es que no suelo salir de la habitación del hotel. Nunca se me ha ocurrido visitar las ciudades en las que trabajo porque... Nunca tengo a nadie con quien compartirlo.


–Ah, qué pena, ¿No?


–Si pudieras ir a cualquier ciudad del mundo, ¿A cuál irías?


Paula se mordió el labio inferior.


–No puedo elegir solo una. Me encantaría visitar Roma y comer mucha pasta, pero también me gustaría ver el Louvre, en París, y nunca he estado en el Gran Cañón.


–Yo sé adónde me gustaría ir –intervino Thiago–. ¡A Marte! Quiero ver a los marcianos que viven allí.


La conversación versó entonces sobre la NASA y el centro espacial de Houston. Thiago nunca había estado allí y Pedro se ofreció a llevarlo algún día.


–Si a tu tía le parece bien, claro.


–Por favor, tía Paula –le rogó Thiago–. Quiero ir.


Ella asintió con la cabeza.


–Muy bien, entonces iremos.


Mientras lo decía, se dió cuenta de que cada vez era más difícil no ver a Pedro como parte de sus vidas. De hecho, estaba empezando a ser difícil imaginar el futuro sin él. Paula abrió la puerta del apartamento para Pedro, que llevaba a Isabella en brazos, y para un Thiago medio dormido que iba arrastrando los pies tras ellos.


–Ve a lavarte los dientes, cariño. Yo iré en un segundo a ponerte el pijama.


–Bueno –el niño se volvió antes de entrar en el baño–. Mi madre y mi padre se besaban todo el rato.


–¿Ah, sí? –Paula no sabía adónde iba a parar aquello, pero esperaba que no le preguntase a Pedro si quería ser su nuevo papá.


Thiago asintió, con un gesto demasiado nostálgico para un niño de seis años.


–Estaba pensando que a lo mejor besarse no es tan asqueroso.


Emocionada de tener su bendición, Paula se inclinó hacia él.


–En ese caso... –le dijo, antes de besarlo en la frente haciendo mucho ruido.


Thiago rió, como había esperado.


–Buenas noches, pequeñajo –se despidió Pedro, apretando el hombro del niño.


–Estará dormido en tan solo cinco minutos –predijo Paula–. Ahora, deséame suerte con Isabella.


La niña se había portado bien durante la cena, pero estaba totalmente despierta, balbuceando sus sílabas favoritas.


–Ha sido un día asombroso. Me gustaría…


–¿Sí? –la interrumpió Pedro, como si estuviera preparado para hacer realidad cualquiera de sus sueños.


Paula apartó la mirada.


–Ojalá pudiese pedirte que te quedaras.


Él levantó su barbilla con un dedo.


–Algo ha ocurrido hoy ¿Verdad? ¿Has cambiado de opinión sobre nosotros?


–Sí –respondió Paula. Debía pensar en los niños, pero no podía seguir fingiendo que no quería una relación con aquel hombre.


Pedro esbozó una sonrisa que casi le paró el corazón antes de poner a Isabella en sus brazos e inclinarse para darle un beso de buenas noches.


–No lo lamentarás.

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