viernes, 16 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 58

 –¿Pedro?


–Dime.


–La semana que viene me esforzaré más –anunció el niño–. ¿Irás a verme jugar?


–Será un honor.


Cuando terminaron, Pedro acompañó a Paula y los niños al estacionamiento.


–¿Hay algo que no hagas bien? –bromeó ella.


–Lamentablemente, sí –respondió Pedro–. Soy el peor bailarín del mundo, como probablemente verás el sábado. No tengo ritmo. Es trágico, odio bailar.


–¿No podemos quedarnos en medio de la pista, abrazados y sin movernos? –sugirió ella, mientras colocaba a Isabella en el asiento de seguridad.


–No sé cómo…


–Espera, te lo enseñaré.


Paula le echó los brazos al cuello y se apretó contra él.


–¿Así de simple?


–Se supone que debemos movernos un poco –murmuró ella–. Pero esta es la idea.


–Entonces, creo que me encanta bailar.




Pedro oyó pasos en la oficina el viernes por la tarde y se dió cuenta de que había cometido un error táctico. Se había quedado a trabajar hasta muy tarde porque estaba decidido a descubrir quién había borrado esa comunicación, pero había sido un error. Había logrado evitar a Javier durante los últimos días porque estaba de viaje, pero, por lo visto, este había decidido pasar por la oficina antes de empezar el fin de semana.


–Esperaba encontrarte aquí.


Pedro se levantó, con desgana.


–En realidad, estaba a punto de irme.


Javier frunció el ceño.


–Pero si no has apagado el ordenador. ¿Por qué tanta prisa? Te pago un buen dinero y merezco un informe. O tal vez ese sea el problema.


–¿Qué quieres decir?


–Te da miedo hablar conmigo porque aún no has encontrado nada y crees que si lo cuento por ahí, eso podría dañar tu reputación.


Pedro apretó los dientes, intentando controlar su enfado.


–En realidad, he hecho progresos esta semana.


–¿Has encontrado a la persona que filtra la información?


–Tengo una nueva pista, pero por el momento no he llegado a ninguna conclusión –estaba obligado a darle la información que tenía y lo único que podía hacer era intentar paliar los daños.


–¿Alguien ha hecho una puja menor para Groverton?


–No hay pruebas de eso, pero sí de que alguien ha alterado el sistema.


–¿De qué ordenador ha salido?


–El terminal no importa –respondió Pedro–. Todos los ordenadores de la oficina están conectados a la misma red… Pero han usado la contraseña de Paula Chaves.


Javier levantó los brazos.


–¡Lo sabía! Te lo dije, ¿No? Sabía que sería una de las mujeres. «Imbécil sexista».


–Por si no te has dado cuenta, eso no demuestra que ella sea la culpable, Javier.


–¿Cómo que no?


–Alguien podría tener acceso a su contraseña. La propia Paula sugirió en una reunión que el responsable podría hacer recaer las culpas sobre otro, y creo que están usando su idea contra ella.


–O ella sabía que haciendo esa sugerencia quedaría fuera de sospecha –dijo Javier–. No puedes ser tan ingenuo, Alfonso. ¿O estás prolongado esto porque te gusta la pelirroja?


Pedro apretó los dientes. Le gustaría que Daughtrie se metiera su trabajo y su empresa por donde le cupiera, pero entonces no podría limpiar el nombre de Paula.


–Dame una semana –le pidió–. Descubriré quién lo ha hecho aunque tenga que trabajar veinticuatro horas al día.


–Muy bien –asintió Javier–. Tienes hasta el próximo viernes, pero ni un día más.

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