lunes, 19 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 64

 –¿No te gusta la comida o es que te sientes incómoda? –le preguntó, inclinándose para hablarle al oído.


Le había parecido que todo iba bien, pero tal vez no era así. Al fin y al cabo, Paula había conocido a sus amigos esa misma noche.


–No, estoy bien. Tus amigos son encantadores.


–¿De verdad?


–No sabía si me caerían bien, pero Juan Manuel me recuerda a mi hermano. Te habría gustado Diego… Siento mucho que no lo hayas conocido.


–Yo tengo la sensación de conocerlo a través de los niños.


Paula lo miró con una sonrisa trémula en los labios.


–Te quiero.


El corazón de Pedro se detuvo durante una décima de segundo. Eso era lo último que esperaba escuchar, aunque lo deseaba con todo su corazón; pero el sentimiento de culpa por no poder contarle lo que hacía en la empresa impedía que anunciase su amor por ella. ¿No sería mejor hacerlo cuando no hubiera secretos entre ellos?


–Yo…


Ella negó con la cabeza, poniéndole un dedo sobre los labios.


–No pasa nada, no tienes que decirlo. Ha sido… Demasiado pronto. Y no es el sitio adecuado.


–No, me alegro de que lo hayas dicho. Yo siento lo mismo.


Ella se mordió los labios y, sin saber qué decir, Pedro simplemente le apretó la mano, esperando que sus sentimientos hablaran por sí mismos. Cuando la cena terminó oficialmente, el padre de Juan Manuel dió las gracias a todos los invitados por acudir a la celebración. Tras él, habló el padre de Silvana, que hizo un brindis por los novios. Marianela habló también y Pedro se dió cuenta de que, como principal testigo, todos esperaban que también él dijese unas palabras, de modo que se aclaró la garganta.


–Soy Pedro Alfonso y conozco a Juan Manuel casi de toda la vida. Crecimos juntos, jugamos juntos al fútbol y bebimos demasiada cerveza. Pero, aunque lo hubiese conocido hoy mismo, sabría que se ha casado con la mujer de su vida: La preciosa Silvana McBride. Juan Manuel, Silvana, juro que no podría alegrarme más de que se hayan encontrado el uno al otro –Pedro le hizo un guiño a Paula mientras levantaba su copa–. Felicidades a los novios.


Después del brindis, la orquesta empezó a tocar y las parejas se dirigieron a la pista de baile. Marianela sonrió de oreja a oreja.


–No sé si te has dado cuenta, pero mi chico me ha dejado plantada. Paula, ¿te importa que baile con Pedro?


–¿Por qué no quieres bailar conmigo? –preguntó Juan Manuel–. Pedro odia bailar.


Paula soltó una carcajada y Pedro supo en qué estaba pensando: En el estacionamiento de la heladería. Y el deseo de volver a abrazarla era demasiado abrumador.


–En realidad, he descubierto que me gusta bailar –respondió, ofreciéndole la mano a Paula–, pero me temo que le he prometido este baile a otra persona.


Mientras se alejaban de la mesa, Marianela rezongó:


–Esos dos son casi tan empalagosos como ustedes.


Cuando llegaron a la pista de baile, Pedro frunció el ceño.

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