lunes, 12 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 46

Pedro no recordaba la última vez que no oyó el despertador… Seguramente durante la época de la universidad. Pero la noche anterior, después de dejar a Paula y a los niños en el departamento, no había podido dejar de pensar en el beso, en cómo lo había sorprendido en el barco y cuánto le gustaba tenerla entre sus brazos. Y en el innegable deseo que había en su expresión cuando admitió que le gustaría invitarlo a quedarse. Intentando olvidar esas imágenes que lo volvían loco, encendió el ordenador portátil y estuvo trabajando hasta poco antes del amanecer. Por eso no había oído el despertador y por eso llegaba tarde. Había prometido ayudar a Juan Manuel a hacer una pequeña reforma en su casa, de modo que, sin tiempo para afeitarse, tomó una taza de café y subió al coche. Mientras conducía, pensó que la última vez que estuvo en casa de Juan Manuel fue para decirle que contaba con su bendición para salir con Silvana. Ella temía que su amistad con Juan Manuel se rompiera, pero Pedro se había dado cuenta de que no era la mujer adecuada para él y no quería interponerse en su camino. ¿Habría encontrado a la mujer de su vida?, se preguntó. Volver a casa de Juan Manuel le parecía como cerrar el círculo.


–Estaba a punto de llamarte al móvil –dijo Juan Manuel en cuanto bajó del coche.


–Lo siento –se disculpó Giff.


–No importa. Pero como siempre eres tan puntual, me preguntaba qué te habría pasado.


–Me he dormido. Anoche me acosté tarde.


–A ver si lo adivino: Estuviste trabajando.


–Eso es –respondió Pedro. Pero no porque tuviese algo urgente que hacer o no tuviera ningún otro interés en la vida más que el trabajo, al contrario.


–Silvana acaba de irse.


–No se habrá ido porque…


–No, no, había quedado con una amiga.


–Ah, muy bien –murmuró Giff, pensativo.


Juan Manuel inclinó a un lado la cabeza.


–¿Ocurre algo?


–No, nada. Aunque tal vez me vendría bien un poco de cafeína antes de tomar una sierra eléctrica. ¿Reforzar las vigas es complicado?


–No, es muy sencillo.


–No lo he hecho nunca.


–Pues nunca es tarde para aprender –Juan Manuel sonrió–. Por cierto, tu madre me ha enviado una foto por e-mail. Dice que vuelve a casa esta semana y que irá a la fiesta el sábado. Parece que lo está pasando en grande.


–Nadie merece ser feliz más que ella –dijo Pedro.

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