miércoles, 28 de septiembre de 2022

Otra Oportunidad: Capítulo 1

 -¡No irás a usar eso conmigo!


Horrorizado, Pedro miró a su tía Josefina como si estuviese seguro de que se había vuelto loca. Aunque ella llevaba años trabajando de enfermera diplomada en la clínica médica de Ruidoso, y era conocida por su dedicación y su delicado trato a los pacientes, pensaba en ese momento que podría haber sido la encarnación de la ayudante del doctor Frankenstein. Josefina apretó el gatillo de la sierra eléctrica que tenía en la mano y la hoja comenzó a vibrar con un fuerte zumbido.


-Ya sé que parece que se la he robado a un carpintero, pero, créeme, si quieres que te quite esa escayola antes de la hora de comer, tendrás que confiar en mí. De lo contrario, habrá que recurrir a un serrucho.


-¿No hay, nada con que ablandarla? ¿Agua? ¿Bourbon? ¿Acido? - preguntó él con los ojos clavados en la hoja en forma de zigzag.


-Los hombretones como tú son todos iguales -rió ella-. Se asustan de una pequeña aguja. Se desmayan al ver una gota de sangre. Si corriese de cuenta de los hombres tener los niños, la población mundial caería en picado.


Le agarró el pie y apoyó la escayola contra su muslo. Pedro se aferró con las manos al borde de la camilla y se preparó para lo que se aproximaba.

 

-Si corriese de mi cuenta... -se interrumpió de golpe cuando Josefina comenzó a cortar el yeso. Una nube blanca se levantó cuando la hoja se hundió en el material que le recubría el pie.


-¿Si qué corriese de tu cuenta? -preguntó su tía mientras dirigía la cuchilla hacia la zona del tobillo.


-La población mundial sería cero -dijo Pedro, intentando no pensar que le serraba en dos el hueso recién soldado-. No tengo ninguna intención de tener niños.


Josefina hizo un ruido de desaprobación.


-Tu madre te daría unos azotes si te oyera. 


-Probablemente sí -asintió Pedro-. Pero ya le he dicho que Luciana y Carolina le pueden dar nietos. No es necesario que cuente conmigo para continuar con la estirpe de los Murdoch y los Sanders.


Una vez que cortó la escayola de un extremo al otro, Josefina dejó la sierra eléctrica y separó las dos mitades con delicadeza. Pedro sintió alivio al ver que su tobillo y pie estaban en perfectas condiciones después de semanas de inmovilización. Ella le frotó el tobillo y el empeine sonriendo.


-¿Tienes algo en contra de los bebés y los niños? -preguntó.


-Lo cierto es que me gustan los niños. Pero no se les puede tener sin esposa y eso sí que no quiero tener. No quiero una mujer que me esté diciendo cuándo me tengo que levantar, cuándo comer, cuándo ir a la cama, cómo gastarme el dinero y pasar el tiempo.


Ella puso los brazos en jarras y se alejó un paso para clavarle una mirada recriminatoria.


-Nunca has tenido una esposa. ¿Qué te hace pensar que todas hacemos eso? 

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