viernes, 16 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 60

 –Hola, mamá –Pedro se inclinó para darle un beso en la mejilla–. ¿Qué hacías, esperando a que llegásemos?


En lugar de responder, la mujer se volvió hacia Paula con una cómica expresión.


–Por favor, disculpa al grosero de mi hijo. Evidentemente, no lo eduqué como debería. Soy Ana Alfonso y tú debes de ser Paula.


–Paula Chaves–se presentó ella, ofreciéndole su mano–. Encantada de conocerla.


–¿Por qué no vienes conmigo al bar? Con las malas maneras de mi hijo, no me atrevo a dejárselo a él.


–Oye… –protestó Pedro.


Paula rió.


–Una copa de vino estaría bien.


Mientras se abrían paso entre los invitados y los camareros, que pasaban entre ellos con bandejas en la mano, Paula intentó calmarse. Pero sentía más claustrofobia en aquel elegante salón que en el ascensor de la oficina.


–Hay mucha gente –murmuró.


–Juan Manuel es bombero y supongo que habrá invitado a sus compañeros del cuartel –le explicó Pedro–. Y a sus antiguos compañeros del ejército también. Por no hablar de los compañeros de Silvana y sus familias. ¿Dónde están Juan Manuel y Silvana, mamá?


Ana señaló una esquina del salón, donde un fotógrafo estaba colocando a Silvana, guapísima con un vestido de noche blanco, al lado de dos rubias que se parecían la una a la otra. Paula imaginó que el atractivo hombre de pelo corto que la miraba con cara de adoración debía de ser Juan Manuel.


–¿Es él?


Pedro asintió con la cabeza.


–El único e irrepetible Juan Manuel McBride.


–Es guapo –comentó Paula, estudiándolo con curiosidad. Era una persona tan importante en la vida de Pedro que se había preguntado muchas veces cómo sería.


–¿Es guapo?


–Tranquilo, no me gusta.


Pedro hizo una mueca.


–Es posible que haya desarrollado un complejo por culpa de mi amigo.


–Por favor, Pedro –intervino su madre– no hay nada menos atractivo que un hombre inseguro.


Paula inclinó a un lado la cabeza.


–Tú no podrías dejar de ser atractivo por mucho que quisieras – le dijo a Pedro al oído.


–Eres buena para mí.


–Y pienso quedarme por aquí, no te preocupes.


Cuando finalmente les sirvieron las copas, Ana sacó la aceituna de su martini.


–Bueno, cuéntame cómo se conocieron, Paula.


Paula hizo una mueca al recordar ese día. No era un recuerdo muy agradable, pero había algo liberador en saber que Pedro la había visto en el peor momento y, sin embargo, le había gustado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario