viernes, 9 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 41

 –Se nota que no lo has hecho nunca –dijo Thiago.


Pedro hizo una mueca. Con una licenciatura cum laude en la universidad, estaba siendo reprendido por un niño de seis años… Estar con niños era una experiencia que lo hacía humilde a uno. Paula debía de tener una fuerza de carácter increíble para lidiar con aquello todos los días.


Paula se tomó su tiempo en la cocina para seguir escuchando lo que Thiago y Pedro hacían en el salón, pero parecían haber terminado, de modo que se colocó la bolsa al hombro y se puso las gafas de sol. Cuando entró en el salón vió a Pedro con Isabella en brazos. Era una imagen doméstica y sencilla, pero la conmovió ver a un hombre tan viril sujetando a un bebé. Pedro Alfonso estaba metiéndose en su corazón tanto como los niños.


–Misión cumplida –dijo él–. ¿Estás lista?


No. No estaba lista para esos sentimientos, pero cada vez estaba más segura de que no iba a poder luchar contra lo inevitable. Paula miró el barco atracado en el muelle sintiendo un inesperado escalofrío de aprensión.


–¿Estás bien? –le preguntó Pedro.


–Sí, sí –respondió ella.


–Sé que esto es difícil para tí.


–Me trae muchos recuerdos –dijo Paula finalmente–. Temía por Thiago, pero no se me había ocurrido pensar que también yo… En fin, hay que volver a subirse a la bicicleta, ¿No?


Él asintió.


–Eso es.


Si no fuera cargada con Isabella y la bolsa de los pañales, le habría echado los brazos al cuello. En lugar de eso, volvió a mirar el barco y frunció el ceño al ver el nombre.


–Dame ron –leyó–. ¿Se puede saber qué significa eso?


–Debería haberte advertido que el capitán Marcos es un poco excéntrico.


Un hombre de pelo oscuro, pantalón corto y camisa hawaiana se acercó entonces.


–¡Pedro! Me alegro de volver a verte –el hombre le ofreció su mano y después estrechó la de Paula–. Encantado de conocerla, señorita…


–Paula Chaves. Gracias por hacernos este favor, capitán Marcos.


–No tiene que darme las gracias. Me gusta ayudar a una mujer guapa –el hombre sonrió–. Pedro le ha dicho que soy más rico que él, ¿No? Y más guapo también, pero eso puede verlo por sí misma.


El hombre, de ojos azules, esbozó una sonrisa pícara que iluminaba su bronceado y atractivo rostro, pero Paula no sentía el menor interés por él.

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