miércoles, 21 de septiembre de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 67

El lunes, Pedro llegó a la oficina a las nueve de la mañana, su paso más alegre que de costumbre. Después de haberse mantenido despiertos el uno al otro hasta el amanecer del domingo había sido odioso despedirse de ella, pero Paula tenía que ir a buscar a los niños y él no había querido estorbar. Como su madre le hubiera dicho: «De verdad, cariño, no hay nada menos atractivo que un hombre necesitado». De modo que había ido a comer con su madre, una manera de disculparse porque Paula y él se habían ido de la fiesta sin despedirse. Pero su madre, comprensiva, lo había perdonado.


–Supongo que es culpa mía.


–¿Por qué?


–Porque te he dicho muchas veces que deberías sentir pasión por otras cosas, además del trabajo. Pero tienes que traer a casa a Paula. Y quiero conocer a esos niños de los que tanto he oído hablar.


–No te preocupes, mamá. Los verás a menudo.


Mientras pulsaba el botón del ascensor se preguntó qué pensaría Paula si invitase a su madre al partido del viernes. Estaba de tan buen humor que se encontró silbando una canción cuando las puertas se abrieron… Y Paula estaba al otro lado. Se alegró tanto al verla que tardó un segundo en darse cuenta de que llevaba una caja en la mano… Y que sus ojos grises estaban llenos de lágrimas.


–Paula, ¿Qué…?


–Serás canalla… No me dirijas la palabra.


¿Qué? ¿Después del fin de semana que habían compartido? Le había dicho que la quería… O lo había dado a entender, al menos.


–No te entiendo.


Pero, de repente, lo entendió todo. Javier Daughtrie. El pánico hizo que se le cerrase la garganta. Quería hablar, pero lo único que se le ocurrió en ese momento fue posiblemente lo peor que podría haber dicho en esas circunstancias.


–Puedo explicártelo todo.


–¡Sal del ascensor! –le ordenó ella.


Pedro lo hizo, pero intentó evitar que ella entrase tomándola del brazo. Tenían que hablar, no podía dejarla ir cuando estaba tan disgustada. Una vez fuera del ascensor, se dio cuenta de que Magalí López y Pilar Harrington estaban observando la escena. Magalí parecía disgustada y Pilar lo miraba, en jarras, como si quisiera fulminarlo allí mismo. Pero Paula aprovechó el segundo que había tardado en mirar a las dos mujeres para entrar en el ascensor. Se movía muy rápido para alguien que llevaba botas de tacón… Pulsó el botón de bajada con el codo y usó la caja como escudo, bloqueándole el paso.


–Paula…


–Hasta nunca.


Las puertas se cerraron y Pedro se quedó inmóvil durante unos segundos que le parecieron eternos.

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